Mi hija Miranda, muy querida por todos ustedes gracias a sus videítos de Instagram, convirtió las cremitas (farina, avena y harina de maíz) en su desayuno favorito.

De pronto, por alguna razón, dejaron de gustarle y comenzó a pedir otras cosas menos nutritivas. Buscando recuperar su gusto hacia las cremas comencé a hacer todo tipo de ajustes: cambié de marca, azúcar, canela, leche, hice de todo y nada resultaba. El pasado miércoles su papá encontró la solución.

Consciente de que llevaba una semana tratando de enamorar a la nena nuevamente con sus cremitas, él decidió incorporar a la receta un nuevo ingrediente que, a juzgar por como quedó el plato, resultó ser mágico. Una foto del plato con residuos de la crema y al lado la cara sonriente de la niña me llegó al teléfono como evidencia, y al lado un mensajito que decía: “Era el chef. En la tarde te revelo cuál es el ingrediente secreto”.

Me moría de ganas por saber cómo lo había logrado. ¿Cuál era ese ingrediente que le devolvió el gusto a Miranda hacia sus cremitas? Obviamente no iba a esperar a por la tarde y de inmediato lo llamé. “Cuéntamelo todo”, rápido le dije. “Como te escribí, era el chef. Hoy fue Miranda quien hizo la cremita. Le di las tazas de leche, las cucharadas de farina, azúcar y ella lo puso en la olla y lo meneó. Luego me encargué de cocinarlo”.

Eran los mismos ingredientes. Solo le añadió la participación de la nena en el proceso. Ahora era su cremita y no el desayuno que yo le servía. Tenía sentido de pertenencia hacia su creación. Me pareció genial y de inmediato tuve que preguntarme por qué no se me había ocurrido. Me hubiera evitado las caminatas por las góndolas del supermercado.

Ese día el padre tenía varias conferencias y me cuenta que usó el ejemplo de la cremita para explicar la importancia de permitir la participación desde el origen cuando se aspira a lograr respaldo de grupos. Nos funciona además en la casa, ya que nada disfrutan más los hijos que participar en los asuntos del hogar. En la marcha se conversa con ellos, se les enseña la importancia de aportar y ayudar en las tareas.

El sentir pertenencia hacia las cosas te lleva además a cuidarlas y protegerlas. Si te fajaste limpiando y recogiendo el cuarto, lo pensarás dos veces a la hora de regarlo nuevamente. Hay que incluirlos con amor y cariño, hacerles la actividad divertida, no imponerlo a manera de regaño. Hacerlos parte del proceso nos permitirá desarrollar una relación de respeto y comunicación en ambas vías, que nos ayudará en el proceso de crianza. No hay método perfecto ni infalible a la hora de criar, pero, sin duda, estos detallitos nos ayudan.

Como podrán imaginarse, el interés por ayudar a la madre en la cocina se extendió al almuerzo y la cena, y se ha convertido en una de las actividades favoritas de la niña y también de la madre.

Bueno, seguimos viviendo, observando y aprendiendo.