De vez en cuando comparto con mis seguidores en las redes sociales videítos caseros sobre temas cotidianos. Nada muy sofisticado. Los grabo y edito con el mismo teléfono y busco alguna musiquita que pueda aportar al drama.

En la interacción con la gente, además de pasarla bien, compartimos experiencias y nos identificamos mucho. El último vídeo que subí lo titulé “Un hombre habita en tu hogar” y fue uno muy comentado. En este, a manera de vacilón, presento la lucha diaria con los regueros en la casa.

Luego de hacer la salvedad de que lo presentado no tenía “nada” que ver con mi marido, comencé un relató con la única intención de entretener a mis seguidores hablando de las cosas que suelen pasar en el hogar.

Para mi sorpresa el vídeo nos sirvió para terapia de grupo y coincidimos en la necesidad de buscar acomodos y arreglos para lograr una buena convivencia en pareja.

El hombre y la mujer perfecta no existen, punto. Todos tenemos nuestras manías. Debemos ajustar nuestras expectativas a esta realidad de modo que no terminemos aspirando a lograr lo que no existe. Que vivamos insatisfechas sin valorar las buenas cosas que pudieran estar pasándonos.

Tampoco es cierto que hay medias naranjas o definiciones exactas de “tal para cual”. La única forma de acercarnos a eso es haciendo ajustes, cediendo un poco cada cual  dentro de lo posible hasta llegar al punto ideal de convivencia. Nos tenemos que dar la mano y la repartición de tareas tiene que nacer de la comprensión a la realidad de cada cual. Tomar en consideración los horarios de trabajo, las destrezas y gustos sin que al final nadie tenga una carga fuera de proporción.

En aquel “post” fue evidente con los comentarios que los roles en las labores domésticas no se deben definir por género. Lo mismo plancha uno que el otro, también cocinan y lavan el carro. Si como a mí no les tocó un “handy man” ni un chef,  pues hay que buscar la forma de compensar; seguro tienen otras destrezas donde tienen que echar el resto.

No debemos subestimar la importancia que tiene para la vida en pareja ser solidarios en las labores del hogar. Al ser una gestión diaria cualquier inconformidad se acumula hasta tornarse insostenible.

Nos casamos para ser felices. Nadie toma esta decisión pensando que pasará más penas que alegrías, todo lo contrario. Pero esto no ocurrirá automáticamente, hay que trabajarlo y duro.

Es importante seguir manteniendo esas maripositas en el estómago durante el romance o enchule de los primeros días. No podemos permitir que nos arrope la rutina arrasando con todo a su paso. Que en un abrir y cerrar de ojos la casa no se nos convierta en un “freezer” y que no se nos haga grande y complejo lo que al principio era imperceptible. ¡Eso dependerá de los dos!

Mientras, seguiré vacilando con los videítos y pronto vendrá la segunda parte de la serie “Un hombre habita en tu hogar”.

Primera parte de la "serie investigativa" Un hombre habita en tu hogar.

Posted by Alexandra Fuentes on Jueves, 16 de abril de 2015