Los Ángeles. Comenzó como un episodio de brutalidad policial, pero la violenta detención del afroamericano Rodney King, de la que mañana se cumplen 25 años, se convirtió en un símbolo de la discriminación contra los negros y motivó los peores disturbios raciales en Los Ángeles en décadas.

La noche del 3 de marzo de 1991, Rodney King, de 25 años, conducía su coche por Los Ángeles a gran velocidad y junto a dos amigos tras haber bebido alcohol.

La policía angelina organizó una persecución para detener el vehículo de King, que en esos momentos estaba en libertad condicional por robo.

Finalmente, los agentes lograron atraparle en la comunidad de Lake View Terrace, en el Valle de San Fernando, y cuando King salió del vehículo los policías le propinaron una brutal paliza con patadas, golpes con porras y pistolas de descargas eléctricas mientras él estaba en el suelo e indefenso.

Los informes médicos posteriores detallaron que King sufrió nueve heridas en la cabeza, una fractura de tobillo, magulladuras por todo el cuerpo y un ojo amoratado además de posibles daños en la visión y el cerebro.

Este episodio de ensañamiento y violencia policial sin sentido podía haber quedado oculto si no hubiera sido porque, desde una vivienda cercana, un ciudadano grabó todo en un vídeo que a los pocos días daría la vuelta al mundo.

La crudeza de las imágenes, en una época en la que el vídeo de aficionados no estaba ni de lejos tan extendido como ahora, desató las protestas y el enfado de la comunidad negra, que llevaba años denunciando las actitudes racistas y violentas de la policía.

"Finalmente, habíamos atrapado al Monstruo del Lago Ness con una videocámara", señaló a la cadena CNN el abogado de King, Milton Grimes, en el documental "Race and Rage".

Por su parte, el entonces presidente George H.W. Bush criticó el comportamiento de los policías calificándolo de "indignante".

El sargento Stacey Koon y los agentes Theodore Briseño, Laurence Powell y Timothy Wind fueron acusados de delitos de asalto con arma letal y uso excesivo de fuerza.

Sin embargo, en abril de 1992 un jurado de Simi Valley, en el que no había ningún miembro negro, absolvió a los agentes de la mayoría de las acusaciones.

El veredicto causó indignación e ira en la población negra, que vio en la decisión del tribunal un nuevo ejemplo de injusticia y discriminación, y motivó que comenzaran los disturbios raciales más importantes en la ciudad californiana desde los desórdenes de Watts en 1965.

Incendios, saqueos y asaltos convirtieron a Los Ángeles en una ciudad casi sin ley y sumida en el caos: sólo en el primer día de los disturbios murieron doce personas.

La pobreza, el racismo y la marginación componían un polvorín en los suburbios de población negra y el veredicto del caso King se entendió como un nuevo desprecio y como la chispa que encendió la mecha.

Las autoridades declararon el estado de emergencia y fuerzas militares tomaron la ciudad para tratar de controlar la situación.

En una declaración pública ante las cámaras de televisión, un conmocionado Rodney King pidió calma a todo el mundo: "Sólo quiero decir, ¿nos podemos llevar todos bien?".

Tras seis días, los disturbios terminaron en Los Ángeles con un balance de 55 fallecidos, alrededor de 2,000 heridos y más de $1,000 millones de dólares en pérdidas económicas.

En 1993 se celebró un nuevo juicio y dos de los cuatro agentes implicados en la paliza, Stacey Koon y Lawrence Powell, fueron condenados.

Un nuevo episodio judicial de King, esta vez contra la ciudad de Los Ángeles, concluyó con una indemnización de $3.8 millones para la víctima.

Sus dificultades, sin embargo, no acabaron, ya que tras el caso King llevó una vida errática que incluyó problemas de alcoholismo y nuevas detenciones que le condujeron incluso a un breve paso por la cárcel en 1996.