Los bomberos informaron el domingo que finalmente pudieron ganar algo de terreno frente a los incendios forestales que arrasaron con la región vinícola de California y otras partes del estado la semana pasada. Los vientos se disiparon y miles de personas pudieron regresar a sus casas. 

Aunque el peligro de las llamas más mortíferas y destructivas en la historia de California estaba lejos de terminar, los cielos humeantes comenzaron a despejarse en algunos lugares. 

“Hace una semana comenzó esta pesadilla, pero el día que soñamos finalmente ha llegado”, dijo Belia Ramos, supervisora del condado de Napa. 

Algunas personas pudieron regresar a sus hogares en áreas que ya no estaban en peligro, y el número de aquellos que habían recibido órdenes de evacuación disminuyó de 100,000 a 75,000. 

Las cuadrillas de bomberos pudieron ganar terreno debido a que los vientos que alimentaban las llamas no se extendieron de la noche a la mañana como se temía. 

“Las condiciones han cambiado drásticamente en las últimas 24 horas, definitivamente es una muy buena señal”, dijo Daniel Berlant, portavoz del Departamento Forestal y de Protección de Incendios de California. Apuntó que algunos de los incendios ya estaban contenidos en un 50%. “Probablemente sea una señal de que hemos dado un paso con estos incendios”, agregó. 

Las llamas ocasionaron la muerte de 40 personas y destruyeron alrededor de 5.700 casas y otras estructuras. El número de fallecidos podría aumentar a medida que los buscadores excaven en los escombros para encontrar a personas que por el momento están reportadas como desaparecidas. No se conoce el paradero de cientos de personas, aunque las autoridades dijeron que la mayoría probablemente estén a salvo pero que no se han podido comunicar. 

Muchos de los evacuados comenzaron a impacientarse para poder regresar a sus casas, o al menos saber si no habían resultado dañadas. Otros se mostraron reacios a regresar o a buscar otro lugar para vivir. 

Juan Hernandez, quien escapó de su apartamento junto con su familia el 9 de octubre, antes de que se incendiara, tenía su automóvil repleto de cosas y listo para que pudiera irse en caso de que las llamas se reavivaran y representaran una amenaza a la casa de su hermana en Santa Rosa, donde ha vivido los últimos días. 

“Escuchamos sirenas y alarmas en la noche todos los días”, dijo Hernandez. “Estamos asustados. Cuando ves el fuego tan cerca de tu casa te asustas”, expresó.