Rockville, Maryland. El segundo piso de su casa en Levittown, en el que vive una de sus hijas, se convirtió en un arca de Noé mientras las lluvias del huracán María inundaban todo su vecindario.

El día del huracán, la furia de los vientos de María no dañaron la casa.

Pero, las lluvias terminaron por elevar al otro día el nivel del lago artificial cercano a su casa, que se desbordó por vez primera.

Horas después de llegar a Maryland, donde vive su nieta Gladys Figueroa, doña Domitila Rodríguez recordó hoy la emergencia del 21 de septiembre como si fuera una película trágica.

Una vecina, que brincó la verja y le tocó desesperada a la puerta del patio, le dio la voz de alarma.

Cuando se asomó al frente de la casa, al balcón ya le entraba agua. Vecinos nadaban hacia su residencia, la única en el área con un segundo piso.

“Terminamos allí como 25 personas, 14 gatos y no sé cuantos perros”, contó, en medio de un evento de recaudación de donativos en Rockville, Maryland, organizado por puertorriqueños de la zona de Washington D.C..

Doña Domitila indicó que el nivel del agua creció súbitamente. “Lo perdí todo. Ha sido una experiencia bien triste”, dijo.

Sus vecinos permanecieron refugiados en el apartamento de su hija hasta que bajó el nivel del agua.

Hasta el jueves, por su casa de Levittown “no había ido ni la Policía”, indicó doña Domitila, quien trabajó por décadas en la industria de la aguja.

Para poder sacar el agua de su casa -la parte baja de la estructura que comparte con una de sus hijas- el hijo de Doña Domitila tuvo que romper a marronazos una pared.

Desde Maryland, su nieta vivió la ansiedad de muchos en la diáspora que tuvieron inconvenientes para contactar a sus familiares y en los últimos días han pasado horas tratando de conseguir pasajes para sus seres queridos, con la idea de que se tomen un descanso de las penurias de no tener electricidad y servicio de agua potable.

Ante las pocas alternativas para viajar desde San Juan hacia Estados Unidos, su nieta logró conectarle un vuelo con parada en Orlando. Doña Domitila no habla inglés y nunca había viajado a Estados Unidos con una escala. 

“Estaban dando prioridad para viajes a Orlando, Nueva York y Fort Lauderdale”, indicó Figueroa.

Mientras en la Isla los puertorriqueños luchan por levantar la Isla tras la catástrofe causada por el huracán Maria, la comunidad boricua de la zona de Washington D.C. -que abarca el sur de Maryland y el norte de Virginia- ha formado una cadena de apoyo y de recaudación de donativos. Son imágenes que se repiten por diversas ciudades.

Con la intervención de la oficina de Washington del gobierno de Puerto Rico, el grupo Unidos por Puerto Rico DMV ha podido almacenar sus recaudos en un local de Chantilly, Virginia. 

Ayer, transformaron un estacionamiento de Rockville, Maryland, en un centro de recaudación de productos de primera necesidad.

“Esto comenzó como una conversación en ‘WhatsApp. Primero fueron cinco, 10, 20 y ya va por más de 60. Desde el momento en que vimos la magnitud del desastre y no aparecían nuestras familias – ante los problemas en las telecomunicaciones-, dijimos que había que hacer algo”, indicó Carolyn Faría, una de las organizadoras.

Doña Domitila está feliz de estar con su nieta, después de más de una semana sin electricidad y servicio de agua. Ve estos días como un buen reposo, tras las penurias vividas recientemente en Puerto Rico. 

Pero le ha advertido a su nieta que “cuando ataque el frío, vuelo para allá”.