Dallas, Texas — Su semana había comenzado a miles de kilómetros de distancia con un intento frenético por salvar una vida.

Era el lunes 15 de septiembre y la terrible enfermedad del ébola estaba causando estragos en África Occidental, donde los depósitos de cadáveres y los hospitales estaban atestados. En Monrovia, Liberia, el virus estaba a punto de cobrar una vida más.

Marthalene Williams, con embarazo de siete meses, había sido diagnosticada con presión sanguínea baja y estaba gravemente enferma al ser llevada a un hospital.

Poco después de que ella llegara a casa, comenzó a convulsionarse. Thomas Eric Duncan, ayudado por la familia de la mujer y otras personas, subió a su vecina a un taxi para trasladarla de prisa a una sala de maternidad, pero no la aceptaron. La mujer de 19 años volvió a su vivienda, donde falleció horas después.

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Ese viernes 19 de septiembre, Duncan llegó al aeropuerto internacional Roberts en la capital Monrovia.

Estaba a punto de emprender una travesía que significaría tres escalas: África, Europa y Estados Unidos en ese orden. Viajaría más de 8,000 millas antes de su llegada al aeropuerto internacional Dallas/Fort Worth la tarde del 20 de septiembre.

Su temperatura, que le fue tomada antes de que subiera al avión en Monrovia como parte de las medidas de precaución que impusieron las autoridades, estaba debajo de lo normal. Sin embargo, para cuando Duncan salió del aeropuerto en una calurosa noche en Texas, ya era portador de una de las enfermedades más mortales que se conocen.

Diez días después se convirtió en la primera persona a la que se le diagnostica ébola en Estados Unidos.

El mismo día que, según sus vecinos, Duncan regresaba a la mujer moribunda a la casa de ella, el gobierno estadounidense convocaba a una reunión de emergencia del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas para examinar el agravamiento de la crisis del ébola.

El peor brote de este mal en la historia ha afectado Liberia, Sierra Leona y Guinea, y se ha extendido a Nigeria y Senegal. Se cree que casi 7,500 personas han enfermado, y más de 3,400 han fallecido, según la Organización Mundial de la Salud.

Liberia ha sido la más afectada, con más de 3,800 casos y poco más de 2,000 muertos.

Sin embargo, esas cifras terribles quizá sean inferiores a la magnitud del desastre y posiblemente jamás se conozcan las verdaderas estadísticas.

La OMS subrayó que en el hacinado barrio pobre de West Point, en la capital liberiana, los cadáveres son simplemente arrojados a un río.

Liberia, por desgracia, carece de camas en unidades de aislamiento necesarias para la atención de personas. El organismo de ayuda humanitaria Médicos Sin Fronteras ha descrito relatos desgarradores de personas que son rechazadas cuando solicitan tratamiento en sus centros en Monrovia.

Las horribles consecuencias del ébola están a la vista y el oído en la capital de Liberia, desde cadáveres en las calles, hombres que transportan a enfermos en carretillas y el ulular constante de las ambulancias.

Incluso cuando suena el teléfono, antes de que entre la llamada un mensaje de servicio público advierte que el "ébola es real".

Esta enfermedad se transmite por contacto directo con la saliva, el sudor y la sangre de los pacientes. No es contagiosa hasta que aparecen los síntomas.

En el aeropuerto, enfermeras con batas de laboratorio, mascarillas y guantes toman la temperatura de los pasajeros que parten. Hay grandes dosificadores que tienen agua clorada y baldes para el lavado de manos.

Cuando Duncan llegó el 19 de septiembre, le tomaron la temperatura y la anotaron en una forma la cual indicaba que la persona fue sometida a revisión. Tenía 97.3 grados Fahrenheit

La forma hacía mención al brote de ébola y subrayaba: "Necesitamos su ayuda para impedir la propagación de esta enfermedad".

En el texto se preguntaba a los viajeros si habían tenido alguno de los 10 síntomas que aparecen en una lista, como fiebre, vómito, diarrea, dolor de estómago y fatiga. Duncan respondió "no" a todo.

Además se le preguntó si había cuidado a algún paciente con ébola o tocado el cadáver de alguien que hubiera fallecido del mal en los últimos 21 días, el periodo de incubación de la enfermedad. También respondió "no" a ambas preguntas.

Se desconoce si Duncan sabía que podría haber estado expuesto al ébola cuando abordó su avión. Tuvo contacto cercano días antes con la mujer embarazada, cuyos vecinos creen ahora que murió de ese mal, pero no le habían hecho exámenes. Al principio se sospechó que el fallecimiento de la mujer se debió a complicaciones de su embarazo.

Sin embargo, en la última semana, las autoridades liberianas dijeron que tienen previsto enjuiciar a Duncan cuando regrese, acusándolo de mentir en los cuestionarios.