Nebraska. "¡La derecha, la derecha! ¡La izquierda, la izquierda!"

Es una de varias canciones y bailes que Lisa Brown-Olsen le enseña a sus alumnos en el Immersion Ranch Summer Camp, un programa de verano en el que se dictan clases intensivas de español de una semana a estudiantes de primaria y de kínder.

La palabra "rancho" se justifica porque muchas de las actividades de basan en el Salvaje Oeste.

Brown-Olsen, a cargo del plan de estudios y capacitación del Language Project de Grand Island, enseñó a sus estudiantes de seis a diez años de edad las palabras básicas relacionadas con las direcciones en el primer día de actividades en la YWCA, en julio.

El plan de estudios se basa en juegos. Las niñas aprenden español a partir de distintos juegos y actividades. Dado que es un programa intensivo, solo se puede hablar inglés libremente durante diez minutos a lo largo de las clases de tres horas.

Las menores están más predispuestas a aprender idiomas antes de llegar a la pubertad porque no emplean sus aptitudes cognitivas para analizar metódicamente todo lo que hacen, explicó Brown-Olsen. "Esa es una gran ventaja", señaló.

Los adultos, por otro lado, siempre piensan en las cosas, cuando tienen que pagar una cuenta, qué van a almorzar, cómo van a preparar la comida, etc. "El pensar es un obstáculo cuando se aprende un idioma", sostuvo.

La mayoría de las conversaciones de Brown-Olsen con las niñas son en español. Muchas veces no le entienden lo que dice. Pero ella señala distintos objetos y hace gestos que ayudan a comprender una palabra o una frase.

Repite la misma técnica educativa con distintos juegos. En lugar de preguntar cómo se dice "caballo" en español, les muestra una foto de un equino y les da a elegir entre dos nombres de animales.

"Una persona tiene que entrar en contacto con una palabra 75 veces para aprenderla", explicó. "No basta decirles que 'horse' es 'caballo' en español".

El programa de Brown-Olsen tiene un ritmo particular. Primero las niñas participan en un juego activo y luego realizan una tarea relajante, como yoga, o diseñan una bandera estadounidense con materiales reciclados. Esto evita que se agoten rápidamente por hacer tanto ejercicio o que se aburran por no hacer demasiado.

Es bueno enseñarle idiomas a los chicos a temprana edad porque sus mentes son como esponjas, señaló Brown-Olsen. Más adelante recordarán las palabras y frases aprendidas con mayor facilidad que los muchachos que comienzan a estudiar otro idioma en la secundaria.

Evelyn Vega es un ejemplo. Estudia educación en la Universidad de Nebraska en Kearney y ayudó a Brown-Olsen durante una semana como pasante del Language Project en el verano. En el otoño enseñará español en otros programas para después de clases del Language Project en Kearney.

Vega llegó a Estados Unidos desde México cuando tenía seis años. Dice que la forma en que se enseña español ahora es muy distinta a la forma en que ella aprendió inglés en cursos de inglés como segundo idioma.

"El programa de Lisa se basa mucho en actividades y movimientos", explicó. "Hace que los estudiantes interactúen entre ellos. Cuando vine, me di cuenta de que nosotros no hacíamos esas cosas. Nuestras clases no eran entretenidas ni interesantes".