La polémica comenzó con un ejemplo: ¿puede una florista negarse a entregar flores para una boda gay argumentando razones religiosas? Algunos estados conservadores de Estados Unidos creen necesario proteger ese derecho, aunque no esperaban que en la cuna de la libre empresa los empresarios se opusieran en masa.

El debate iniciado por las leyes de "libertad religiosa" ha puesto en evidencia el desfase generacional en Estados Unidos, así como los diferentes modos de pensar entre los que aún se empeñan en negar el derecho igualitario a los homosexuales y los que creen que es hora de que todo el país acepte las uniones entre personas del mismo sexo.

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Las leyes, que primero fueron aprobadas en los Legislativos de Indiana y Arkansas, permitían que, por razones de credo religioso, alguien denegara un servicio a una persona por ser homosexual dándoles protección legal para discriminar.

Los legisladores que redactaron el proyecto de ley en Indiana reconocieron que se hubiese protegido el derecho a colocar en negocios señales como "no se permite la entrad de gais", algo que hubiese tenido tintes de los años del racismo institucionalizado contra los afroamericanos.

Los gobernadores de esos dos estados se esperaban las protestas de demócratas o activistas de los derechos de gais y lesbianas. Con lo que no contaban era con la oposición diametral de gran parte de la comunidad empresarial local y nacional, que hace tiempo sabe que la xenofobia y la discriminación no son un buen negocio.

"El furor por leyes como la de Indiana demuestra con qué facilidad grupos minoritarios pueden secuestrar una religión entera e insistir en que esa práctica religiosa requiere discriminar a ciertos grupos", explicaba en un artículo de opinión la escritora Rafia Zakaria.

En Arkansas, donde se encuentra la sede de Walmart, el mayor empleador privado del mundo y del estado, el gigante de supermercados fue de los primeros en alzar la voz contra una legislación que, según dijo, "amenaza con minar el espíritu de inclusión presente en todo Arkansas y que no refleja nuestros valores".

Como hizo el gobernador de Indiana, Mike Pence, el de Arkansas, Asa Hutchinson, pidió una ley enmendada, que finalmente ha sido rebajada de tono para asimilarse a una aprobada en 1993 a nivel federal para proteger a minorías religiosas y garantizar cierto nivel de insumisión en contratos con el gobierno.

Cerca de otra veintena de estados con mayorías republicanas están examinando leyes de "libertad religiosa", pero la respuesta masiva de políticos, líderes religiosos, celebridades, empresarios y sociedad civil ha obligado a replantear el riesgo político de una afrenta contra las uniones del mismo sexo, algo que las nuevas generaciones no cuestionan.

Cuando Hutchinson echó marcha atrás para pedir que se enmendara la ley reconoció que su hijo Seth había firmado una petición contra la iniciativa legal que él iba a ratificar.

"Este proyecto de ley en otro tiempo no hubiese sido controvertido", llegó a decir Hutchinson, poniendo el acento en la diferente mentalidad de algunos padres frente a sus hijos en Estados Unidos.

Porque, desde finales de la década de los anos 90, Estados Unidos ha pasado de tener una mayoría de estados que prohibían explícitamente el matrimonio homosexual a posiblemente estar a pocos meses de legalizar esas uniones en todo el país.

En junio el Tribunal Supremo deberá decidir si es constitucional que los estados prohíban o se nieguen a reconocer matrimonios de homosexuales, una decisión histórica tras décadas de lucha por la igualdad.

Pese a todo, en este país de más de 300 millones de habitantes siempre habrá quien piense que la religión exime de ciertas obligaciones civiles, como aquellos que han donado miles de dólares a una pizzería de Indiana que dijo que jamás prepararía comida para una boda gay.

Otros muchos se preguntaban quién iba a celebrar una ocasión tan señalada con un banquete con pizza como plato estrella, especialmente un colectivo reconocido por su sofisticación y buen gusto.