NUEVA YORK — La parrilla no cupo por la puerta. Su suegra cocinera voló desde Buenos Aires a Nueva York. Y los protocolos de seguridad fueron interminables.

¿La recompensa para tanto dolor de cabeza?

Conocer al papa y cocinarle unos pollos.

Ismael Alba, dueño del restaurante Buenos Aires en Manhattan, se codeó el viernes con la famosa chef Lidia Bastianich para aportar un toque argentino a la suculenta comida del pontífice y de varias personas más en la residencia del representante del Vaticano ante Naciones Unidas, donde se hospedó Francisco en Nueva York.

Un emocionado Alba dijo que el papa probó su pollo al limón. También dijo que pudo hablar con él de fútbol.

"Para mí esto es tocar el cielo con las manos. ¿Qué más puedes hacer después de dar de comer al papa? Más que eso no existe", dijo el argentino, de 56 años.

El reverendo Roger Landry, portavoz del representante del Vaticano ante la ONU, confirmó a The Associated Press que Alba participó en la preparación de la comida.

Sin embargo, al argentino no le gusta la palabra "odisea" para describir el proceso de poder cocinar para el pontífice.

"Fue la gloria", corrigió el argentino el viernes por la noche. "Me regaló un rosario. Es un santo este hombre"

Alba intentó primero entrar a la residencia con una parrilla que no cabía por la entrada hacia el patio donde planeaba cocinar los pollos y un asado. Entonces le encargó al herrero mendocino Horacio Salinas construir otra parrilla. La de Salinas tampoco cupo al principio.

"Ahí se me paró el corazón", dijo Alba. Por suerte la parrilla pudo ser desarmada y armada de nuevo en el patio.

Alba usó tres cocineros para la labor y uno de ellos fue su suegra María De Marco, de 75 años, quien viajó desde Buenos Aires para la prestigiosa tarea.

Bastianich trabajó desde la cocina de la residencia y dio al pontífice langosta al vapor con tomates y burrata casera para cenar el jueves. La chef había cocinado ya para el papa Benedicto XVI cuando éste visitó la ciudad en 2008. El viernes, Bastianich cocinó un risotto con trufas de verano y queso grana padano, con un agregado sorpresivo: bagna cauda, una salsa de anchoas y ajo para untar en verduras crudas y que es uno de los platillos preferidos de Francisco.

De Marco dijo sentirse "emocionada", no nerviosa, de cocinar para el papa y el viernes charló animadamente con el pontífice y Alba, además de tomarse fotos con Francisco.

"Yo llevo toda la vida cocinando", dijo la argentina a The Associated Press.

Alba, que hace 35 años que vive en Nueva York, abrió el Buenos Aires hace casi una década. El establecimiento se ha convertido en un restaurante popular entre diplomáticos. El argentino, sin embargo, no especifica cómo logró el honor de alimentar al líder espiritual de más de mil millones de católicos.

"Fue decisión de la curia", asegura.