NICKERSON, Nebraska — Hay camionetas de media tonelada aparcadas ante el One Horse Saloon, un cartel luminoso de Coors Light en la ventana y filetes en el menú, pero por lo demás, Nickerson, Nebraska, está casi en silencio en una noche de primavera y sólo los trenes de mercancías interrumpen las canciones de los pájaros.

Las autoridades de desarrollo económico regional pensaron que era el lugar perfecto para una planta de procesamiento de pollo, que daría vida a la localidad de 400 habitantes con 1,100 empleos, más de los que ha tenido nunca. Pero cuando se filtraron los planes, no hubo celebraciones, sino una furiosa oposición que terminó con los vecinos abarrotando el parque de bomberos para quejarse de que las carreteras no podrían asumir el tráfico de camiones, el olor de la planta sería insoportable y migrantes y personas de fuera del pueblo llenarían la zona, sobrecargando las escuelas y cambiando el carácter del pueblo.

"Todo el mundo estaba en contra", dijo Jackie Ladd, que vive allí desde hace más de 30 años. "¿Cuántos empleos habría supuesto para la gente de aquí? No muchos".

La junta municipal votó por unanimidad en contra de la planta, valorada en 300 millones de dólares, y dos semanas más tarde la empresa dijo que se llevaría su planta —y su dinero— a otro sitio.

Las arraigadas comunidades rurales agrarias de Estados Unidos buscan inversiones económicas para frenar la marcha de sus habitantes, pero esos mismos lugares afrontan la oposición de cada vez más personas contrarias a las plantas de la industria cárnica, a las que acusan de amenazar su modo de vida y traer a forasteros a su localidad.

"Quizá sea sólo una cuestión de los tiempos en los que vivimos, en los que tanta gente quiere ciertas cosas pero no quiere los inconvenientes que conllevan", comentó Chris Young, director ejecutivo de la Asociación Americana de Procesadoras de Carne.

Nickerson se enfrentó a la firma de Georgia Lincoln Premium Poultry, que quería procesar 1.6 millones de pollos a la semana para la cadena de comercios Costco. La historia fue similar en Turlock, California, que rechazó una planta de procesamiento de cerdos el año pasado, y en Port Arthur, Texas, donde los vecinos frenaron la semana pasada la instalación de una planta cárnica. Este mes hubo quejas por los planes de instalar una gran planta de procesamiento de cerdos en Mason City, Iowa, aunque ese proyecto siguió adelante.

La planta de Nickerson habría ayudado a los campesinos de la zona, que cultivan sobre todo maíz y soja, a iniciar la cría de aves y comprar grano local como pienso, afirmó Willow Holliback, que vive a unas 40 millas de distancia y lidera un grupo agrícola que apoyaba la iniciativa.

"Cuando a los granjeros les va bien, a las ciudades les va bien", comentó.

Un tema central en el debate era quién haría el trabajo duro de la planta, aunque muchos afirmaban que no estaban en contra de la inmigración. "Esto no trata de raza. No trata de religión", afirmó el líder opositor Randy Ruppert.

Pero ambos aspectos de plantearon en una alborotada reunión local del 4 de abril, en la que la junta local rechazó el proyecto. Un orador dijo que había visitado una planta de procesamiento de aves en otro lugar y se había preocupado porque la mayoría de los trabajadores pertenecían a minorías.

De forma más directa, John Wiegert, residente en la vecina Fremont, donde hay dos procesadoras cárnicas con muchos empleados inmigrantes, preguntó si la planta de Nickerson podría atraer inmigrantes de Somalia con permiso de trabajo. Más de un millar de estos trabajadores se han instalado en otras ciudades de Nebraska por empleos similares, al igual que personas procedentes de México, América Central y el Sureste Asiático.

"Siendo cristiano, no quiero somalíes aquí", dijo a los asistentes Wiegert, que ha dirigido los esfuerzos por rechazar el alquiler de viviendas a migrantes sin permiso de residencia. "Son de origen musulmán. Me preocupa el tipo de gente que va a atraer esto".

Otros señalaron que, dado que la tasa de desempleo de Nebraska está entre las más bajas del país, cerca del 3%, pocos residentes locales aceptarían empleos con un salario bajo. Aunque el sueldo previsto de entre 13 y 17 dólares la hora está por encima de la mediana regional para trabajadores de producción, las voces críticas afirmaron que las procesadoras cárnicas suelen tener una gran rotación de personal.

"No estamos en contra de los empleos", dijo el granjero John Schauer. "Queremos empleos, limpios, estables".

La tierra en torno a Nickerson es llana y rica. La localidad está a media milla de una estrecha autopista estatal y a unas 30 millas de Omaha. Las arregladas pero a menudo envejecidas viviendas de una sola planta se alzan en grandes jardines de pasto. Hay un pequeño núcleo de edificios comerciales, la mayoría cerrados desde hace tiempo, un elevador de granos.

La escuela local se derribó hace más de una década y sólo queda el viejo patio de juegos, pero los vecinos están orgullosos del distrito escolar regional. El superintendente Jeremy Klein dijo a la junta local que le preocupaba que los nuevos estudiantes pudieran abrumar las escuelas locales, y que las exenciones fiscales limitaran los ingresos para contratar más profesores.

"Es imposible saber de qué alcance será el impacto", dijo Klein varios días más tarde.

La gente parece más dispuesta que en el pasado a combatir proyectos que creen podrían dañar el entorno o cambiar la personalidad de una zona, señaló Eric Thompson, profesor de económicas de la Universidad de Nebraska-Lincoln, incluso si la iniciativa ofrece un impulso económico.

Aunque los vecinos de Nickerson han tenido éxito en impedir la iniciativa, sus rivales dicen que se están organizando mejor para ayudar al siguiente pueblo en recibir una oferta.

"He vivido en lugares exóticos, pero nunca quise vivir en ningún otro sitio que aquí", dijo Chuck Folson, de 88 años, exmarine y agricultor. "Tenemos que proteger la tierra. No hay más que eso".