Moscú - El presidente ruso, Vladímir Putin, debería reunirse cuanto antes con su colega estadounidense, Donald Trump, para rebajar la tensión entre el Kremlin y la Casa Blanca, aseguró a Efe Anatoli Adamishin, exviceministro de Exteriores de la Unión Soviética.

"Lo primero que deben hacer es reunirse. Ahora es más fácil, ya que no hay antagonismo ideológico. Además, Trump es un pragmático. No tiene prejuicios ideológicos. Si hay voluntad, encontrarán el camino", señaló el diplomático, que vive entre Moscú y Roma.

Adamishin, de 82 años y que trabajó codo con codo con el último dirigente soviético, Mijaíl Gorbachov, cree que la actual tensión entre Moscú y Washington es peor incluso que en tiempos de la Guerra Fría.

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"Si Hillary Clinton llega a ganar las elecciones, las relaciones podían haber terminado en enfrentamientos. Entre lo malo y lo muy malo, nos tocó Trump", asegura.

El exviceministro soviético (1986-1990) considera que el Kremlin debe abandonar la retórica antiimperialista y, le guste o no, no tendrá más remedio que hacer concesiones.

"Nosotros tampoco somos santos. A nosotros también nos conviene llevarnos mal para echar siempre a los americanos la culpa de todos los problemas", apunta.

Recuerda que cuando Gorbachov llegó al poder la prioridad de su política exterior fue normalizar las relaciones con EE.UU., para lo que hizo concesiones desde el principio en materia de despliegue de armamento pesado.

"Incluso aceptamos abordar el asunto de los derechos humanos en el mismo formato que el desarme nuclear y la solución de conflictos", destaca.

Gorbachov asumió la secretaría general del omnipotente Partido Comunista de la URSSS en marzo de 1985 y en noviembre ya tuvo lugar en Ginebra su primera cumbre con el presidente de EE.UU., Ronald Reagan, quien había prometido mano dura con el "Imperio del Mal".

"Nosotros no nos dedicamos a recordarle que nos había llamado 'Imperio del Mal' y cosas peores. ¿Quién te crees que eres? No. Nosotros renunciamos a la retórica antagonista y optamos por centrarnos en objetivos concretos", rememora Adamishin.

Cree que fue el carismático Gorbachov quien "rompió la desconfianza" en el plano personal y después logró convencer a Reagan de que era un líder con el que se podía hablar de cualquier cosa, desde armamento hasta derechos humanos.

"La primera reunión no produjo resultados, pero no importa", insiste, ya que ambos tenían un objetivo común: el desarme nuclear.

Menos de un año después -en octubre de 1986-, ambos mandatarios volvieron a encontrarse en Reikiavik y en 1987 firmaron el Tratado de eliminación de misiles nucleares de medio y corto alcance (INF).

"Entonces, por cada persona había varias toneladas de bombas. La amenaza para el mundo era latente. Como resultado, ambas potencias creamos un condominio mundial que garantizaba la estabilidad y la congelación de conflictos", resalta.

Y es que Gorbachov y Reagan no se limitaron al desarme, ya que ambos estaban interesados en el arreglo de los conflictos en Nicaragua, Angola o Camboya.

"Cuando Reagan vino a la Plaza Roja (1988), ya dijo que no nos consideraba el 'Imperio del Mal'", señala.

Ahora, cree que la clave de una nueva era en las relaciones ruso-estadounidenses puede ser la lucha contra el terrorismo internacional, en alusión a los grupos yihadistas Estado Islámico y Frente al Nusra en Siria.

Adamishin no cree que sea posible comparar a Trump con Reagan, ya que este último tenía "buenas maneras y principios firmes", pero opina que el nuevo inquilino de la Casa Blanca será pragmático y se centrará en asuntos internos, sin renunciar a la hegemonía estadounidense.

En su opinión, aunque muchos expertos vuelven a hablar ahora "irresponsablemente" de una guerra nuclear, la actual tensión entre Rusia y Occidente es en gran medida "artificial".

"Rusia es vista otra vez como una gran potencia. Pero Rusia no se plantea enfrentarse militarmente a Estados Unidos (...) y nunca invadirá un país miembro de la OTAN", apunta, al tiempo que considera una "tontería" acusar a Moscú de injerencia en las elecciones presidenciales norteamericanas.

Según Adamishin, Putin debe pedirle a Trump que abandone la política de contención aliada, ya que la expansión de la OTAN es uno de los principales factores de disensión entre ambos países.

Tras la caída de la URSS en 1991 "pudimos crear un sistema de seguridad, pero no fue así. Aceptamos la reunificación alemana y después se cruzaron líneas rojas, como el ingreso de las tres repúblicas bálticas en la Alianza Atlántica" en 2004, recuerda.

En cuanto a la anexión de Crimea, cree que es un "tema cerrado" y que Putin y Trump tendrán que encontrar la forma de que Occidente acepte que la antaño península ucraniana es ahora territorio ruso.

Adamishin descarta que rusos y estadounidenses puedan forjar una alianza a largo plazo, pero sí que combatan juntos las amenazas para la estabilidad mundial.

"Soy un optimista cauto. Cualquier chispa puede provocar un conflicto", asevera este diplomático nacido en Kiev, la capital ucraniana.