Los ciudadanos de Boston salieron anoche con júbilo a la calle para celebrar la captura por la Policía del presunto coautor de las explosiones del pasado lunes, el joven Dzhokhar Tsarnaev, después de una semana de shock, duelo y angustia.

Desde los sangrientos atentados perpetrados por Al Qaeda hace más de once años no vivía Estados Unidos unas jornadas tan dramáticas, con muertos y heridos en sus calles, tanquetas en las avenidas de alguna gran ciudad y psicosis de paquetes bomba por todo el país.

Los atentados del maratón de Boston, ejecutados según todos los indicios por los hermanos Tamerlan y Dzhokhar Tsarnaev, han devuelto al pueblo americano a un pasado de inseguridad que empezaba a tener olvidado.

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Y, aunque resuelto eficazmente el caso, con la muerte a tiros de Tamerlan y la detención espectacular de Dzhokhar, el episodio va a dejar sin duda huella en la memoria y el subconsciente de los estadounidenses.

La procedencia extranjera de los dos presuntos autores abre un sinfín de interrogantes sobre los motivos políticos o religiosos de su acción y sobre el eventual respaldo obtenido de grupos foráneos peligrosos.

Su origen chechén plantea además el riesgo de contaminación de la vida estadounidense con un conflicto foráneo irresoluble.

Durante días después de los atentados, que se cobraron la vida de tres personas, entre ellas un niño de ocho años, e hirieron a más de 170 en esa ciudad símbolo de la Revolución Americana, la población no supo quién había cometido la carnicería y todavía hoy sigue sin saber por qué razón.

Al final, con la captura del segundo sospechoso, las fuerzas de seguridad estadounidenses, en particular el Buró Federal de Investigaciones (FBI), se han anotado un gran éxito, porque han sabido trabajar de manera coordinada para cerrar, relativamente en poco tiempo, un caso que estaba provocando enorme angustia en la población.

"Han trabajado como deben hacerlo, como un equipo, y les estamos muy agradecidos por ello", decía el presidente Barack Obama en una declaración ante los medios tras la captura de Dzhokhar Tsarnaeven en un barrio de las afueras de Boston.

Pero, como advertía a renglón seguido, "esta noche han quedado por supuesto muchas preguntas sin responder".

La primera de ellas: Cómo es posible que unos jóvenes que han crecido y estudiado aquí, como parte de nuestras comunidades y de nuestro país, recurran a semejante violencia?, se preguntó el presidente.

En definitiva, qué es lo que hace que algunos individuos desarrollen tal odio contra la sociedad y la comunidad que los acoge?

Y en relación con ello, ¿cómo llega a producirse el adoctrinamiento de unos jóvenes que tanto sus familiares como sus amistades describen como estadounidenses perfectamente corrientes?

Son preguntas difíciles que llegan en un momento clave, precisamente cuando el Senado de los EEUU ha comenzado a tramitar un proyecto de reforma migratoria integral cuyo objetivo es la legalización de once millones de extranjeros indocumentados que llevan años si no décadas "en las sombras".

Los atentados de Boston, a este respecto, amenazan con avivar las dudas de la oposición republicana sobre el objetivo mismo de la reforma migratoria.

Al comienzo de la primera audiencia del Comité Judicial del Senado dedicada a debatir el proyecto bipartidista recién presentado, el senador republicano Charles Grassley pidió hoy una reflexión más pausada debido a las incógnitas que suscitan, en su opinión, el atentado terrorista y los acontecimientos de Boston de estos días.

"Cómo pueden unos individuos eludir a las autoridades y planear semejantes ataques en nuestro suelo? Cómo podemos reforzar nuestros controles de seguridad sobre la gente que quiere entrar en los Estados Unidos?", se preguntó el senador.

Muchas cosas podrían cambiar en la política estadounidense como consecuencia de los sucesos de esta semana.

Dzhokhar Tsarnaev se había parapetado en una lancha almacenada en un vecindario de Watertown.