Washington.- Donald Trump, el menos convencional de los candidatos a la presidencia de Estados Unidos, prometió la primavera pasada que se comportaría de modo más presidencial cuando llegara el momento.

"Seré tan presidencial que me llamarán y me dirán, 'Donald, tienes que dejar de hacer eso, es demasiado''', prometió durante una entrevista en televisión en marzo.

A menos de dos meses para el día de su investidura, hay cada vez más indicios de que la idea de Trump de lo que es presidencial podría no coincidir nunca con las normas del pasado, para deleite de unos y consternación de otros.

El presidente electo ha mantenido su costumbre de enviar tuits sin filtrar, cuestionó de forma explícita el derecho reconocido en la Primera Enmienda a quemar la bandera y seleccionó a un agitador ajeno a la política como importante asesor. No ha tenido reparos en difundir rumores sin base, ha mezclado negocios y gobierno e ignorado convenciones diplomáticas al sugerir quién cree que debería ser embajador británico en Estados Unidos, un puesto que resulta estar ya ocupado.

Se ha metido en numerosas discusiones con periodistas concretos, descartado prácticas pasadas sobre el acceso de la prensa y recurrido a los insultos como hizo habitualmente durante su campaña.

La búsqueda de miembros para su gobierno se ha mostrado como un reality show, con una serie de aspirantes sumidos en una autopromoción descarada mientras miembros del equipo de transición del presidente electo debatían en público sus virtudes o defectos, cuando normalmente el proceso discurre en secreto hasta la presentación del candidato.

Su tuit de "¡Fidel Castro ha muerto!" no tenía ninguna de las sutilezas diplomáticas normalmente asociadas con un evento internacional de ese calibre.

¿Es todo esto, entonces, la nueva normalidad que se puede esperar de un gobierno de Trump o un reflejo de las crecientes complicaciones de cualquier transición?

El presidente, Barack Obama, que sabe un par de cosas sobre dar el gran salto a la Oficina Oval, ha expresado su esperanza de que el peso del cargo tenga un efecto de moderación sobre Trump y advirtió a la gente que no asuma "lo peor".

"La forma en la que uno hace campaña no es siempre la misma en la que uno gobierna", comentó Obama en uno de sus recientes comentarios para intentar calmar las preocupaciones sobre el próximo presidente. "A veces, cuando haces campaña, intentas despertar pasiones. Cuando gobiernas, tienes la realidad delante de ti y tienes que encontrar la manera, 'Cómo hago que esto funcione''', dijo.

El representante republicano Mark Meadows de North Carolina, conservador acérrimo y defensor de Trump, dijo sobre la transición: "Hay que romper algunos huevos para hacer una tortilla".

Pero Thomas Mann, veterano académico de la Brookings Institution especializado en gobierno, señaló que si bien la gente puede esperar lo mejor, "No hay motivo para tomar lo que está ocurriendo de otra manera que con gran inquietud y cautela sobre la clase de gobierno que se prepara para tomar el control en los Estados Unidos".

"Llamar a esto 'la nueva normalidad' es tomarse a la ligera la gravedad de lo que está ocurriendo", afirmó.

Trump "tiene que ganar algo de disciplina", dijo Paul Light, de la Universidad de Nueva York y también especializado en gobierno. "Simplemente tiene que ponerse a ello".

Sobre el tema de los tuits de Trump, Light señaló que "si está despierto a las 3 de la mañana para tuitear, debería empezar a leer algo sobre sus planes en lugar de eso. Está desinformado, y también su personal".

Las preocupaciones van mucho más allá que cuestiones de estilo.

— El inesperado tuit que publicó esta semana sobre que la gente que quema banderas debe enfrentar penas de prisión o perder la ciudadanía hizo que los republicanos salieran en defensa de los derechos amparados por la Primera Enmienda.

— Sus acusaciones infundadas sobre que millones de estadounidenses votaron de forma ilegal fomentan la desconfianza en la integridad del sistema electoral estadounidense.

— En materia de acceso de la prensa, la idea de que el paradero del presidente electo pueda ser desconocido en un momento de emergencia nacional tiene implicaciones preocupantes más allá de los meros inconvenientes para los periodistas.

Además, expertos en ética del gobierno creen que si el presidente no vende su gran imperio de bienes raíces quedará sujeto a inacabables cuestionamientos sobre conflictos de intereses, que arrojarán una sombra sobre sus medidas.

Pese a todo, los sondeos muestran que los índices de aprobación de Trump han subido desde las elecciones, aunque sigan siendo extremadamente bajos para un presidente que va a asumir el cargo.

Una encuesta de CNN publicada la semana pasada determinó que el índice de aprobación de Trump había pasado del 36% de unas pocas semanas antes de los comicios al 47% en los 10 días posteriores a la votación. Un poco menos de la mitad de los estadounidenses dijo que las acciones de Trump desde las elecciones les habían dado más confianza en su capacidad de ejercer como presidente.

Un sondeo de Quinnipiac publicado la semana pasada determinó que casi 6 de cada 10 estadounidenses creían que Trump debía cerrar su cuenta personal de Twitter. Y a más de la mitad le preocupaba que Trump pudiera vetar legislación buena para el país si eso perjudicaba sus intereses corporativos.

Desde las elecciones, Trump ha asegurado que estará "muy controlado" en sus tuits y otros temas en el futuro. Sus acciones no siempre han confirmado esa afirmación.

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Nancy Benac está en Twitter como: http://twitter.com/nbenac