ORLANDO, Florida – Joe Bernier, natural de Patillas y residente aquí hace dos décadas movió cielo y tierra para que su progenitor, de 89 años, decidiera tomar un vuelo que lo trajera a esta ciudad en lo que la situación se estabiliza en Puerto Rico luego del desastre que el huracán María dejó en la Isla.

“No había manera de convencerlo, pero cuando se le acabó el agua de la cisterna, cambió de opinión”, contó el hombre. 

Entonces, ante la ausencia de comunicación telefónica, logró que amistades que contactó a través de las redes sociales le hicieran llegar a su padre, José Osvaldo Bernier, los detalles sobre el vuelo. Pero días antes, el viaje fue cancelado y hubo que reprogramar la jornada aérea. 

Entonces, Joe contactó a una mujer policía del Municipio de San Juan, de apellido Maldonado, quien fue a la casa de su padre a darle los nuevos detalles del vuelo. Lo recogió en su casa en Río Piedras un taxista que se valió de una foto que su hijo había enviado por correo electrónico para transportarlo al aeropuerto donde abordó el avión esta mañana.

El vuelo 8012 de JetBlue estaba retrasado y era evidente la ansiedad en el rostro de Joe, pero también en el de Anita Santiago, una mujer que estaba cerca y que esperaba a su hija y dos nietos a quienes quiso sacar de Puerto Rico cuando supo que ya le escaseaba el agua y ante la seguridad de que sus dos nietos – de 9 y 14 años- perderían mucho tiempo de clases. “La sentí muy triste un día que hablamos por teléfono y enseguida saqué pasajes para que vengan conmigo y coman calientito”, dijo mientras esperaba.

Anita ni Joe se conocen. De hecho, nunca lo hicieron, pero en el vestíbulo del Aeropuerto Internacional de Orlando compartieron en un mismo espacio la misma emoción de abrazar a los seres queridos que llegaban buscando refugio.

Joe literalmente se lanzó a los brazos de su padre. No hubo palabras pero sí lágrimas. Cerca, Anita rodeaba con sus brazos a su hija Ana y a sus dos nietos. “En Puerto Rico la gente está desesperada, como loca buscando agua y gasolina”, dijo la joven madre. 

“Esta mañana en el aeropuerto vi mucha gente llorando desesperada por salir y no podían”, agregó Anita, quien cree que volveráa la Isla en dos semanas pues debe regresar a trabajar. Sus hijos se quedarán en Kissimmee por el momento. De hecho, su abuela ya comenzó los trámites para matricularlos en la escuela.

Don José, por su parte, está claro en que en algún momento retornará al terruño, “cuando haya agua y luz”, afirmó.

En el área de reclamo de equipajes, Shirley Cosme abrazaba con fuerza a su madre Hilda Martínez, quien reside en Florida. Contó que su madre entró en pánico al ver las fotos sobre cómo quedó Puerto Rico y de forma desesperada compro pasajes para ella y su hija. “Mi esposo se tuvo que quedar pues trabaja en la Autoridad de Acueductos y Alcantarillados y está trabajando en la emergencia”, dijo.

Para Shirley, este no fue un viaje común. Había dolor entre los que iban a bordo pues muchos dejaban a otros familiares en la Isla. Había desasosiego y desespero entre decenas que esperaban horas en el Aeropuerto Luis Muñoz Marín buscando un espacio para escapar de lo que se vive en la Isla. 

“Ha sido horrible, pero yo quiero regresar para trabajar de voluntaria y ayudar de alguna forma”, indicó.