Houston (TX)- La solidaridad y fraternidad hacia el prójimo se ha convertido en el común denominador de miles de personas en Houston afectadas por las torrenciales lluvias que, a pesar de sufrir de forma directa los embates de huracán Harvey, tienden la mano a los menos afortunados.

Manuel Cano es un claro ejemplo. Este trabajador de la construcción rescató con un bote artesanal a más de 50 vecinos atrapados en sus casas por la lluvia generada por este ciclón que se ha cobrado ya al menos 8 vidas, seis de ellos en los alrededores de Houston, y ha dejado a cientos a la espera de ser rescatadas.

"Lo primero que hice fue sacar a mi esposa embarazada y a mi hija de tres años. Cuando vi que otras personas no podían hacer lo mismo, no lo pensé dos veces, a pesar de que al otro lado de la calle nos esperaban miembros de la guardia costera", sostuvo Cano, sin estatus legal en el país.

Y su temor inicial es de consideración. En pocos días, el 1 de septiembre, entrará en vigor la polémica ley estatal SB4 que permite a las autoridades locales cuestionar el estatus migratorio de cualquier persona detenida, incluso en una parada de tráfico.

"Pero escuché a uno de los vecinos a los que rescataba que las autoridades habían dicho que no pedirán los documentos a nadie. La verdad, sentí más alivio", dijo Cano.

Tanto el alcalde de Houston, Sylvester Turner, como el Arturo Acevedo, jefe del Departamento de Policía de Houston, han pedido a la población indocumentada que llame sin temor a las autoridades en caso de tener alguna emergencia.

Marcia González y su esposo se encuentra en la misma situación migratoria que Cano, y, al igual que él, pudieron trasladar a decenas de personas a uno de los mayores albergues de la ciudad luego de sortear obstáculos caídos en las calles y autos que iban en sentido contrario por el cierre de vías.

"Nuestro barrio estaba saturado por la lluvia y gracias a la camioneta de mi esposo pudimos pasar por los pasos a desnivel y traerlos al albergue con algunos contratiempos, pero a salvo", sostuvo González, quien también ha decidido quedarse en el albergue hasta que "las aguas bajen".

González cuenta que entró descalza y con la ropa mojada al Centro de Convenciones de la ciudad, donde decenas de personas encontraron refugio. Tan pronto llegó, recibió alimentos y ropa, además de frazadas y un colchón donde pasará la noche junto a su esposo.

"La vida es una y esta es la que nos ha tocado", dice la mujer con la incertidumbre de no saber bajo qué circunstancias encontrará la casa en la que vive desde hace varios años.

La desazón de desconocer si lo ha perdido todo también encoge el alma a decenas de cientos de afectados, como a Ignacio Ramos, abuelo de siete nietos. Cuando abandonó su casa esta mañana, dice, el agua ya había alcanzado los siete pies de altura.

"Cuando me iba en un bote de rescate de un buen samaritano veía a lo lejos cómo uno de los muros de ladrillos de la parte lateral de mi casa se desmoronaba y con ella se desmoronaba mi único patrimonio", lamenta.

"Pero sólo Dios proveerá y al fin y al cabo, tengo vida. Acumular para poder levantarme es secundario, por ahora", agregó.

Pero a pesar de las vicisitudes que experimentan los afectados en Houston, las obras de caridad y la intención de ayudar al prójimo siguen superando todas las expectativas, tal y como destacó y agradeció hoy el expresidente Barack Obama.

"Gracias a los equipos de auxilio y las personas que se ayudan mutuamente. Eso es lo que hacemos los estadounidenses", dijo Obama en Twitter.

Aunque sin mencionarlos directamente, el expresidente se refiere a los que se han dedicado a rescatar a animales y darles posada, a los que salen con sus grandes camionetas para remolcar a los vehículos varados en el agua y a los niños y jóvenes que ante la devastación colaboran en los cientos de albergues abiertos en Houston.