Yabucoa. Lo único distinto entre la Alexandra Fuentes que el público conoció por medio de la televisión y la que encuentran ahora caminando por los pueblos, es el discurso y los escenarios. Lo demás, está intacto.  Ella se acerca a la gente como si los conociera de siempre, les suelta algún comentario jocoso que enseguida le da esa conexión que por años tuvo a través de la pantalla. Y la reacción es recíproca. 

Le gritan “Alexandra”, “Ale”, “Primera Dama”, sin distinciones. Ella, entretanto, aprovecha el entusiasmo de la gente -desde niños hasta ancianos- para pedir un “voto de confianza” para su esposo, el candidato a la gobernación por el Partido Popular Democrático (PPD), David Bernier.

El pasado sábado la animadora salió de su casa a las 11:15 a.m., dejando a sus hijos Adrián y Miranda al cuidado de la abuela materna, para dirigirse a Yabucoa, el primero de varios pueblos que visitaría en esa zona sureste de la Isla.

“Es interesante, es bien intenso, pero David y yo hemos estado acostumbrados a trabajar de manera intensa”, comentó a Primera Hora sobre esta nueva experiencia que, a nivel personal, le conlleva sacrificios económicos, familiares y de pareja. Mientras hablaba, se maquillaba.

En terreno yabucoeño, la primera parada fue en las ruinas de la Hacienda Lucía, donde la esperó el alcalde Rafy Surillo. Ya el movimiento de populares comenzaba a entrar en calor, literalmente. La mayoría exhibía alguna pieza de vestir roja, menos ella. Lo más “colorao” que tuvo cerca fue un gorro tejido en lana que le regaló una artesana, y tampoco era completamente rojo. El gorro le sirvió para vacilar con los artesanos y seguidores reunidos bajo unas carpas que protegían del sol inclemente. Se puso el rojo y blanco, y también el azul.

“¿Cuántos cumples?”, le preguntó a una cumpleañera. “64”, le respondió la señora. “Pero si pareces de 63”, bromeó Alexandra.

En ese espacio, que actualmente sirve de plaza para artesanos y vendedores de dulces y bebidas típicas, le regalaron mangós -“como más se goza es uno embarrándose”, dijo- tomó del guarapo de caña que vende Don Piña y se chupó un limber. “¿De qué sabores tiene?, porque lo único que he visto por ahí es de coco”, quiso saber antes de tomar uno de parcha.

Todo esto ocurría sin que faltaran las peticiones de selfies y los intercambios de impresiones tipo “uno a uno”. También atendió dos entrevistas telefónicas para programas de radio de corte político.

Un caballero se le acercó para confesarle que ya el programa -que ahora se llama Telemundo de noche- no era lo mismo sin ella. “Siga apoyando ese taller, que es importante”, le exhortó  la exanimadora.

La ruta continuó hacia la lechonera La Tinajita. Allí, de inmediato, tomó el micrófono y se reveló improvisando aguinaldos y cantando el bolero Amada mía. “¡Esa mujer está brutal! Hace de to’”, gritó una fémina.

El cuerito del lechón, Alexandra también se lo comió... y también los senadores José Luis Dalmau y Eduardo Bhatia, quienes se aprovecharon de la presencia de cámaras para colarse. Interesante era verlos tratando de seguir el mismo paso de ella, que casi corría para llegar a quienes la esperaban. Era evidente que era a “Ale” a quien querían ver.

Llegada al centro del pueblo, comenzó la caminata frente a la Mueblería Yabucoeña. Había banderas y demás propaganda política, pero Fuentes se colaba entre todo aquello para abrazar, besar y tomarse cuanta foto le pedían. “Aquí estoy representando a este hombre, que es bueno de verdad”, afirmaba cada vez que le mostraban una fotografía del esposo.

Luego entró a la barbería Los Amigos, a la Nueva Pizzería El Pariente y al Hogar de Ancianos del Municipio de Yabucoa, donde una servidora pública la esperaba con un reclamo. “Los empleados públicos están molestos”, inició la señora. “Lo más que me rodea en este ambiente es mucho cariño, pero también me siento feliz de que las personas se sientan en la confianza de decirme sus preocupaciones, eso es también parte de lo que estoy haciendo y de lo que quiero que pase”, comentó la también actriz  sobre el encuentro privado con aquella mujer notablemente angustiada.

Al residencial Doctor Víctor Berríos llegó a las 2:25 p.m.. Los apartamentos que visitó ya habían sido identificados, y a algunos entró hasta las salas o se asomó desde los balcones, con una escolta de tres niños que no la soltaron. “¡La nena de Puerto Rico”!, exclamaron unas señoras resguardas del sol bajo sombrillas rojas.

Valerie Muñiz, de 37 años, estaba eufórica. Cargaba una bandera más alta que ella. “Soy popular hasta la muerte”, afirmó para seguido declararse “super fan” de Alexandra. “Me gusta su forma de ser, es compueblana, es humilde, se da a querer y es beeeeellaaaaa”, terminó gritando.

El caballero Ángel I. Escribano salió de su apartamento para ver quién tenía revuelto el vecindario. Se confesó su admirador “porque sí”. También quiere que llegue a ser la Primera Dama “porque sí”.

La visita al residencial terminó con un breve discurso por parte del alcalde y de Alexandra, quien con estas visitas ha podido evidenciar la desigualdad social que persigue a estas comunidades.

“Ustedes saben que yo pertenezco al mundo del entretenimiento, de la televisión, de hacer obras de teatro, y me lo disfruto muchísimo, pero me estoy estrenando en esta nueva etapa de mi vida con el corazón”, comenzó diciendo para después cerrar con sus motivos para estar allí: porque le debe “demasiado a este país” y porque cree en su marido.

Cerca de las 3:30 p.m., Alexandra volvió a abordar la guagua para dirigirse entonces a Arroyo. Estaba acalorada, tomando agua, pero firme en cumplir con el rol que asumió fuera de la pantalla.