MANATÍ – El representante demócrata al Congreso por California, Raúl Ruiz, quería ver de primera mano el desastre causado por el huracán María y la realidad que los puertorriqueños viven cada día desde el 20 de septiembre. 

La realidad lo terminó golpeándolo en el rostro sin compasión.

El primer cantazo fue en el Manatí Medical Center, donde sintió el calor sofocante en la sala pediátrica debido a que el generador principal del hospital dejó de funcionar el viernes en la madrugada. El gobierno federal brindó otro, pero hasta el mediodía no había sido instalado. 

El otro lo golpeó aún más fuerte. Ruiz es médico y, acompañado por los secretarios de Salud y Estado, tuvo que atender a una paciente de cáncer, Maribel González González, quien comenzó a convulsionar frente a él en el refugio de la escuela Juan A. Sánchez.

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El esposo de la mujer alegó desconocer la edad exacta de la mujer o el tipo de cáncer que padece, limitándose a decir que “era gordita y ha perdido peso". González González fue sacada del refugio para ser movida a un hospital provisional cercano. No es la primera vez que ocurre para que luego la den de alta, dijo el hombre.

El inspoportable hedor a excreta sacude a todo el que se acerca al refugio debido a que los baños portátiles, ubicados en la entrada del estacionamiento, no han sido vaciados hace más de una semana. El secretario de Estado, Luis Gerardo Rivera Marín, exigió allí que el contratista del Departamento de Vivienda se encargara del asunto.

“Esos son los detalles que tenemos que ver. Hay sufrimiento humano y necesitamos una urgencia más alta para poder mover recursos más rápido”, dijo Ruiz a la prensa frente al coliseo Juan Cruz Manzano. “Si solamente llegas a San Juan o vas a distribuir recursos en lugares donde hay riqueza, entonces no vas a ver lo que está sucediendo. Pero eso vine solo, por mi propia cuenta, para llegar lo más profundo de lo que se pueda llegar, para ver con mis propios ojos y como médico, como hicimos horita”.

María del Mar González llevó a su hijo Mateo Andrés, de un año y seis meses, ayer al Manatí Medical Center tras presentar un cuadro de fiebre, llanto constante y secreciones en los oídos. Llegó a las 5:00 p.m., cuando ya había fallado el generador.

“Han estado bien pendientes y el pediatra ha estado dando las rondas, pero el calor es asfixiante, bien fuerte, de verdad que sí”, dijo la mujer, residente del barrio Sabana Hoyos, en Arecibo, donde no recogen la basura desde antes del paso de María.

“Hay muchos árboles en el piso y los vecinos cortaron lo que pudieron. Pero no está muy bien… la peste que hay y en la casa tengo un bebé, hay insectos…”, dijo visiblemente cansada.

Rebecca Ramos, pediatra en la sala pediátrica, explicó a los visitantes que las principales condiciones que se ven en estos días en el hospital son problemas respiratorios, hongos en la piel, conjuntivitis, impétigo y sarna humana. Personal del hospital ha visitado refugiados en Manatí, Vega Baja y Barceloneta y planifican ir esta próxima semana a Morovis y Florida. 

“Estamos viendo bastante dificultad con (abastos de) agua potable, preparación de leche, fórmulas para bebé y posibilidad para que pacientes se den sus terapias. En muchos de estos lugares no hay electricidad ni planta. Vemos mucha malnutrición en los niños, diarrea y dolor abdominal”, dijo la doctora.

El problema del generador no sólo limita la capacidad del hospital -por ejemplo, no pueden hacer radiografías-, sino que también representa un costo adicional, dijo su administrador, José S. Rosado. Los dos generadores que funcionaban esta mañana energizaban solamente la sala de emergencias, intensivo neonatal y cuidado intensivo, además de ventiladores. 

“La cuenta está en más de $100,000 desde María, como $9,000 al día en diesel”, dijo el galeno a Primera Hora cuando se le preguntó a cuánto asciende el gasto en este codiciado combustible ahora que no hay energía eléctrica.

La Agencia Federal de Manejo de Emergencias (FEMA, por sus siglas en inglés) ha provisto algunos camiones de diesel al hospital. 

“Lo otro nos corresponde”, dijo Rosado al indicar que el viernes atendieron a 204 pacientes. 

El Manatí Medical Center ha referido a 10 pacientes al hospital temporero habilitado en el coliseo Juan Aubín Cruz Manzano por el Sistema Médico Nacional de Desastres (NDMS, por sus siglas en inglés), una asociación de varias dependencias del gobierno federal como Salud y Recurso Humanos, Seguridad Nacional, Defensa y Veteranos.  

VISITA AL REFUGIO

La delegación encabezada por Ruiz entonces se movió a la escuela Juan A. Sánchez, hogar temporero de 38 familias que han perdido, parcial o totalmente, sus residencias. Allí el municipio tiene operando un generador, se brindan comidas calientes y hay cisterna. Allí el alcalde es felicitado por el trabajo realizado, pero él mismo desconoce qué pasará con los refugiados antes los planes del Departamento de Educación de comenzar a abrir escuelas el 23 de octubre.

“Antes de tomar cualquier decisión tienen que trabajar con la situación de estos refugiados. Si los van a mover, dónde y que tengan todas las facilidades mínimas de alimentos y salubridad”, dijo el alcalde de primer término.

Entre los refugiados figura Orlando Sastre. Vive en las Parcelas Márquez, quien dice que lo perdió “todo”.

“La propiedad entera”, sostuvo el hombre al describirla como de madera donde vivía con su esposa.

“Veo esto más malo que una yuca seca”, dijo el pensionado de 57 años al ser el primero en denunciar el problema de los baños portátiles en el refugio. Según dijo, y luego fue confirmado, en el plantel hay agua potable pero los baños, que fueron tapados por los propios refugiados, tuvieron que ser cerrados.

Igual cuadro de incertidumbre vive Lydia Pérez Figueroa, de 67 años. La mujer pasó sola el huracán en su residencia de la comunidad Alto del Cabro y ella misma tuvo que sacar las planchas de zinc que se desprendieron de su casa para poder salir. 

“Fue doloroso ver cómo las planchas de zinc, una a una, caían amontonadas”, dijo la mujer. ‘No es fácil tenerlo todo y de la noche a la mañana quedarnos sin nada”, agregó al contar que vive con su hija, quien suple sus necesidades con el salario que gana como guardia de seguridad.

Pérez Figueroa dijo que trabajó en varios lugares durante su vida, pero no le descotaron el Seguro Social, por lo que carece de ingresos.

En el caso de Verónica Aguilar, quien duerme en el refugio junto a su bebé de un año y cinco y meses y su padre, el panorama luce un poquito más alentador. La residencia en madera en la comunidad Montebello que compartía con su papá desde el 16 de septiembre, cuando llegó a la isla proveniente de Texas, es reparable y su padre comenzará por instalar el toldo “baratito” que le dio FEMA.

Según su padre, la clave para que vuelvan a la casa es que instalen un oasis cerca de la residencia.

VISITA AL HOSPITAL TEMPORAL

Manatí es sede de un hospital temporero habilitado por el gobierno federal en el coliseo Juan Aubín Cruz Manzano. Según contó el doctor Norberto Mas, jefe de personal allí, en los primeros días apenas atendieron pacientes, pero se ha comenzado a regar la voz. Hoy había 44 en catres o camas y atienden a entre 180 y 200. Explicó que se trata de una sala de urgencias o un refugio médico con algunas limitaciones: no atienden traumas, no hacen radiografías, CT Scans y Exámenes de Resonancia Magnética. Los laboratorios son limitados.

“Los primeros pacientes, que usaban ventiladores o necesitaban máquinas para respirar, hubieran fallecido (si no eran llevados)’, dijo Fas, residente en el estado de Georgia, pero criado en Mayagüez. 

Una de las virtudes del hospital temporero, de los cuales hay otros habilitados en Ponce y el Hospital Regional de Bayamón, es que los pacientes que por diversas razones no tienen acceso a sus médicos de siempre, pueden conseguir recetas para medicamentos en específico. Con estas recetas, pueden ir a farmacias Walgreens y obtener las medicinas.

A preguntas, Fas no pudo precisar cuánto tiempo adicional el hospital temporero podría estar operando en Manatí, tomando en consideración los costos, como el diesel necesario para prender los generadores.

“Los planes son quedarnos aquí hasta que nos digan que no podemos estar más”, dijo.

Una de las pacientes allí era Lydia Martínez, de 81 años. Su hija, Gloria Negrón, contó que la mujer es diabética y estaba sufriendo de diarrea, vómitos y dolor. Al enterarse de la posibilidad de ir al hospital y ante la imposibilidad de ir al Manatí Medical Center -su primera opción siempre-, no lo pensó dos veces y llegó hoy a las 9:00 a.m. Dos horas más tarde ya le habían tomado los vitales y esperaba ser atendida por un médico.

También fue transferida del Medical Center Miled Rodríguez Otero. A sus 38 años, sufre de cáncer en el hígado y llevaba dos semanas hospitalizada.

“No veo a mis hijos hace una semana”, dijo con voz tenue la madre de niños de 4 y 5 años. “Pero me dieron Protonix y me controlaron los vómitos”.