Probablemente ningún asunto active tanto el debate sobre la vida que la posibilidad de terminarla. Si a eso se le suma que es la terminación voluntaria por un cuerpo que ya no tolera más dolor y deterioro, entonces las nociones particulares de la ética y empatía obligan a abrir una nueva discusión sobre qué es una muerte digna.

El representante popular Ángel Matos sabe que haber radicado un proyecto para que pacientes con enfermedades terminales tengan acceso a un protocolo que les permita adelantar su muerte mediante la automedicación “levantará pasiones”, pero entiende que “a veces hay que llevar la discusión de los temas al punto de conflicto para que se atienda”.

Inspirado en el caso de la joven Brittany Maynard, quien el 1 de noviembre pasado tomó una dosis letal de un fármaco para terminar con la agonía de un agresivo tumor en el cerebro, Matos señaló que la medida “no tiene nada que ver con eutanasia”.

“Yo empecé a buscar los estatutos en los cinco estados (donde está permitido que un médico recete fármacos para provocar la muerte de un paciente terminal) y encontré un modelo bastante completo, que fue en Oregon (donde lo hizo Maynard). El proyecto ni es eutanasia  ni es suicidio asistido ni un profesional de la salud interviene contigo para nada”, destacó el legislador.

Según explicó, y así lo establece en el Proyecto de la Cámara 2258, profesionales de la salud tendrían que evaluar al paciente para certificar que tiene la capacidad de entender las consecuencias de la decisión, además de la destreza física de administrarse el fármaco sin ayuda. “Una vez calificado se te entrega una receta; es peticionado y administrado por la persona. Tampoco tienes fecha para consumir los medicamentos, decides qué día y hora”, indicó al añadir que la expectativa de vida del paciente debe ser de seis meses o menos.

Para el representante, la dignidad en vida incluye el pase hacia la muerte y no cree que haya incongruencia entre ser cristiano, como es su caso, y empático con alguien que ya no quiere más dolor.

El presidente de la Pastoral Unida a Favor de la Familia, César Vázquez, obviamente no está de acuerdo con el proyecto. Al líder religioso, quien es cardiólogo, le parece que hay un problema ideológico y filosófico, sobre todo cuando en el País se hace campaña contra el suicidio.

“Nosotros como pueblo tenemos una filosofía que valora la vida, inclusive reconoce el valor y la dignidad de la vida aun en aquellos que transgreden las leyes de la sociedad”, expresó.

A pesar de las explicaciones del proyecto, que es específico en que la persona tiene que estar en la “etapa final de una condición médica incurable e irreversible, que un médico de cabecera anticipa, con un juicio médico razonable, (que) provocará la muerte del paciente dentro de los próximos seis meses”, Vázquez considera que todo eso es “un mantra para que la gente vea que el suicidio es una alternativa digna”.

“Yo soy cardiólogo, yo acompaño a la gente en el proceso de morirse y ningún paciente me ha dicho nunca ‘deme algo para morirme’, o un familiar que me diga ‘yo quiero que mi familiar se muera’”,  observó.

El cardiólogo, a pesar del rigor médico, tampoco cree que un diagnóstico de expectativa de vida pueda ser concluyente en todos los casos.

“¿Sabes a cuánta gente le han dicho que le quedan seis meses de vida y después viven tres, 10 o 20 años? Tienes que vivir con la incertidumbre de diagnósticos médicos. ¿Con un diagnóstico impreciso una persona va a tomar una decisión que le va a costar la vida?”, insistió.

Le preocupa, además, que de convertirse en ley, “haría del médico un cómplice en la destrucción de la vida”.

“Tradicionalmente, desde Grecia, el médico está visto como alguien que debe procurar la vida. Y en el peor de lo casos, si no puedes sanar, por lo menos no empeorar la condición de la gente”, señaló. No obstante, la medida contempla que tanto la participación del paciente como la del profesional de la salud es voluntaria.

“Si un proveedor del cuidado de la salud o una facilidad del cuidado de la salud no está dispuesto a participar en el proceso de proveerle el medicamento a un paciente cualificado para ayudarle en su proceso de muerte para tener una muerte digna, deberá transferir todos los expedientes médicos relevantes al  proveedor del cuidado de la salud o facilidad del cuidado de la salud  indicado por el paciente cualificado”, lee el proyecto.

Independientemente de que  la persona enferma es quien único puede tomar la decisión, Vázquez entiende que la presión familiar puede hacer que una persona se sienta obligada a hacerlo.

“¿No has escuchado la expresión de que no quiero ser carga? Se crea esta idea social de que debo salirme del medio”, insistió.

¿Pero qué pasa con alguien que ya no aguanta el dolor?

Para eso hay alternativas. Realmente de lo que nosotros nos debemos preocupar es de que toda persona que viva estas circunstancias reciba el tratamiento correcto y que pueda vivir sus últimos días con dignidad.

Al pastor le parece que Matos “está genuinamente interesado en hacer el bien. Pero el camino al infierno está pavimentado de buenas intenciones”.

“Y no he hablado de Dios, he hablado del plano humano. Personalmente creo que Jesús enfrentó los terrores de la muerte y nos puede acompañar en ese proceso”, dijo Vázquez, desde su fe.

A la directora del comité legal de Humanistas Seculares, Mariana Nogales, le parece que a una persona no se le debe privar del ejercicio de su autonomía y entiende que ya es tiempo “de ir saliendo un poco de la idea y de los dogmas que no permiten explorar otras posibilidades”.

De la exposición de motivos del proyecto, la abogada destacó lo acertado de presentar la muerte como un complemento de la vida digna. “Yo esperaría que el representante haya presentado el proyecto con la intención de que se apruebe y no para generar controversias. Lo importante es que se discuta públicamente para aportar al mejor entendimiento de la situación de una persona”, expuso.

Contrario a la posición religiosa, que ve en la medida la posibilidad de que se amplíe, a Nogales le parece que es restrictiva. “Hay otros lugares donde se permite que el doctor u otra persona administre los fármacos. La muerte digna es un ejercicio de compasión. ¿Cómo privar a una persona que es la que está sufriendo y sabe que con el tiempo su calidad de vida no va a  mejorar?”, cuestionó.

 Con las miles de personas que han visto de cerca el sufrimiento de gente querida, Nogales entiende que se puede hacer un juicio moral fuera de lo religioso.