Aun cuando está fuera de la cárcel y liberado de un grillete electrónico al que estuvo confinado durante un año en un estricto arresto domiciliario, De Castro Font sigue arrastrando las acciones delictivas de aquella época en la que su ambición y los lujos cinco estrellas fueron por encima del compromiso que le juró al País. 

Y es que al final, ese puesto de honorabilidad se desvaneció con el peor de los sayos: una imagen de corrupto y una condena estatal y federal por actos que fueron desde soborno, perjurio y evasión contributiva, hasta extorsión a empresarios y cabilderos de los que obtuvo dinero a cambio de favorecer, detener o enmendar proyectos de ley en los que éstos tuvieran interés.

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Yates, paseos en helicópteros, viajes a Europa y estadías en resorts de lujo en la República Dominicana, fueron solo algunos de los placeres obtenidos por De Castro Font con los malabares delictivos que hacía detrás de sus funciones como legislador del Partido Nuevo Progresista (PNP).

“No me daban dinero porque yo era guapo o porque era el hijo de Adolfo y Maru. Me lo daban porque tenía influencia política… tenía el poder de aprobar y desaprobar, para hacer una llamada a algún jefe de agencia y trancarle la posición al gobernador, aunque fuera de otro partido...”, expresa quien será supervisado hasta 2019 -fecha que culmina su pena- por la Junta de Libertad Bajo Palabra. Hasta entonces debe cumplir varias restricciones que incluyen llegar a su hogar a las 8:00 de la noche y realizarse periódicamente pruebas de dopaje.

¿El crimen paga?

No. El crimen no paga porque le quité los últimos seis años de la vida a mi papá. Porque no pude hablar con él cuando salí (de la cárcel, en febrero de 2016) porque ya tenía Alzheimer y era otra persona. No pude hablarle nada de lo que aprendí, y se me murió en octubre. El crimen no paga, porque le quité tiempo a mis hijos que sufrieron muchísimo los tres: Andrea, Jorge Adolfo y Sofía. 

Pero, tuvo una vida boyante…

Esa vida boyante la tuve porque tenía mucho dinero para mi campaña política. Una época en la que podía tener las guaguas más caras (una Cadillac Escalade, que la pagaba el comité) y tenía los mejores trajes, las mejores cenas… Pero eso ya pasó. Esa persona se murió. Soy otra persona. Lo que quiero procurar ahora es que esas cosas o errores por mi arrogancia, intolerancia y esa vida de opulencia que tenía le enseñe a otros.

¿Cómo se siente de que todas esas personas que denunció continúen libres?

Ese es su problema. Y es problema de los federales y estatales, no mío. Yo no vivo en el pasado, vivo en el presente. Los que creían que iba a estar escondido debajo de mi cama están equivocados. Mi rol ahora es de analista.

Ahora que lo menciona, ¿qué respuesta le da a los que critican su función como analista político si usted le falló al País?

Por eso fue que dije que no votaría en las elecciones, porque había defraudado al pueblo. Y no voté. Y los que dicen eso son otros analistas que compiten conmigo. Personas como (Luis Francisco) Ojeda y (Luis) Dávila Colón, que me mencionan dos o treces veces a la semana y hablan en contra mía.

¿Le molesta que hablen mal de usted?

No me molesta, esos son los menos cada día. Y los errores que cometí yo los digo. Y yo ahora aprovecho para llevar un mensaje y decirle a los que están adentro que no pueden usar dinero de campaña para cosas personales. Y eso pasa todos los días en la Legislatura. El que diga que hace las campañas limpias, miente. Ninguna campaña en Puerto Rico se hace bajo los parámetros de la ley. Ninguna.

En su caso, por ejemplo, ¿qué legislaciones favoreció o dejó de hacer utilizando ese poder que tenía en la Legislatura?

Aquella legislación que paralicé a favor del ambiente y del Corredor del Noreste fue un error. Debí haber protegido esa zona antes de que Aníbal Acevedo Vilá lo hiciera por orden ejecutiva. Debí darle paso a la legislación, pero la gente que estaba involucrada nos daba mucho dinero. Y no solo a mí, sino al liderato legislativo, y ellos lo saben.

Y, nuevamente, al final esa ambición venció…

Sí, lamentablemente.

¿Qué mensaje tiene para los políticos actuales?

Que tengan mucho cuidado con quién se asocian y que recuerden que el que te da dinero porque te pide favor y después tú le pides dinero para tu campaña es el que va a hablar mal de ti. Que ese que te dio dinero por encima de los límites te va a delatar. O ese que te invitó a almorzar, te prestó un jet o el helicóptero, o su casa en La Romana o te pagó un pasaje a París…

¿Todo esos beneficios usted obtuvo?

Todo eso y todo lo que necesitara o quisiera.

¿A pedir de boca?

Bueno, lo que yo quisiera. No había límites. Yo le hacía ayudas en el Gobierno que representaban millones de pesos para darme $20 o $25 mil (a cambio) para la campaña. Eso sí, yo nunca dije: “si no me das esto, te tumbo la cabeza”.

Perdona a los traidores

Durante la entrevista con Primera Hora, De Castro Font reveló que al inicio de los cinco años y medio que estuvo tras las rejas (en nueve cárceles federales y una estatal) enfrentó una crisis emocional que lo llevó a pensar que era mejor morir.

Mencionó que cuando se desató el escándalo sobre sus actos de corrupción, su madre estaba enferma y murió. Posteriormente, sus hermanos también enfrentaron por su culpa otro vía crucis.

“Cuando me pasa todo esto (Kenneth) McClintock sacó a mi hermana del Senado y (Jorge) Santini le hizo la vida imposible a mi hermano en la alcaldía y se mató…”, relató.

¿Resiente eso que sucedió con McClintock y Santini?

Yo los perdoné. El otro día me encontré con Jorge y lo saludé de lo más bien. La verdad es que yo cometí un error.

¿A qué se refiere?

Es que yo reté al Partido (PNP) cuando (Luis) Fortuño envió a Edwin Mundo y a mi primo Álvaro Cifuentes a decirme que renunciara a la candidatura y le entregara el escaño al partido. Ellos lo negarán ahora, pero ellos me dijeron que me pagarían abogados si me radicaban (cargos), que me pagarían mi sueldo y que protegerían a mis hermanos. Yo no acepté y llevé al Partido a la corte cuando me quisieron sacar de la candidatura. Y eso me costó 200 cargos en la estatal y por eso tuve grillete hasta ayer… y por eso vinieron también los cargos federales. Era un castigo del Gobernador… por no aceptar sus instrucciones. Y cometí el error de no entender lo que podía pasar con el poder del Gobernador. Y me castigó. Pero ya pasó y yo perdono al Gobernador y perdono a Kenneth que, de hecho, le da clase en la universidad a mi hijo Jorge Adolfo.

¿Hay mucho hipócrita en la política?

En la política nadie es amigo de nadie. Eso es lo bueno que tiene la cárcel, que te ayuda a reconocer detalles tan sencillos como lo que hice hoy de venir a la playa, te ayuda a entender que la vida es bien preciada, que hay que andar derechito y que te deja saber quién te quiere de verdad.