Por años, las piscinas del Complejo Deportivo del Recinto de Río Piedras de la Universidad de Puerto Rico (UPR) se convirtieron en centro de reunión nocturna para jóvenes ajenos al campus que, burlando la seguridad, armaban fiestas multitudinarias.

Las latas de cerveza, las colillas de cigarrillo, los preservativos usados, prendas de ropa y hasta heces fecales quedaban en las mañanas como rastro de las noches de juerga a las que habían convocado por redes sociales y a las que a veces llegaban menores de edad. El salvavidas Germán Lagares se encontró con esta escena en múltiples ocasiones al comienzo de su turno de trabajo, según contó a este medio. 

La situación, que ya había sido denunciada, cesó el pasado 29 mayo, cuando el nuevo director de la División de Seguridad y Manejo de Riesgos del recinto riopedrense, Samuel González, puso en marcha un plan para evitar el mal uso de las instalaciones atléticas. Pero las medidas requirieron de una inversión de cerca de $100,000, en una institución que debe batallar por mantener su operación con un presupuesto ya limitado.

“Analizamos lo que estaba ocurriendo. Vimos los reportes en los que se informaba de amenazas a los oficiales, que la situación representaba un riesgo mayor y decidimos reforzar en varios puntos, relocalizar los puestos de vigilancia y establecer un plan de movimiento para fortalecer otras áreas cuando se requiriera”, estipuló el director.

González describió que los grupos de intrusos solían reunirse en el estacionamiento del supermercado Plaza Loíza que ubica en la avenida Barbosa, rompían alguna de las verjas que rodean el área de la pista atlética, caminaban por el puente que se eleva sobre la avenida Piñero y accedían al complejo deportivo y a las piscinas forzando portones.

“Las fotos que vimos eran alarmantes. Hasta 200 personas se metían ahí, y supimos que grupos contrataban con una compañía de guaguas y venían desde Río Grande hasta acá”, reveló.

Los oficiales de seguridad del turno nocturno habían reportado la actividad. Entre otros tantos incidentes, informaron haber visto a jóvenes levantar a otro en silla de ruedas por encima de una de las verjas y a una mujer embarazada brincando de uno de los altos trampolines que utilizan los clavadistas del recinto para practicar. Incluso, en un intento de intervenir en una ocasión, uno de los guardias fue agredido con un objeto cortante. En aquel entonces, eran muy pocos oficiales y no contaban con el equipo para manejar a tanta gente.

González indicó que ahora cuentan con cerca de 30 oficiales adicionales en un turno nocturno de siete horas, que han logrado detener a los grupos antes de que ingresen al recinto. En la Noche de San Juan y el 4 de julio, contaron con el apoyo de la Policía de Puerto Rico, que estableció un cuartel rodante frente a la escuela Miguel Such, en la avenida Barbosa. 

“Ha sido un costo considerable”, reconoció González. “Pero hemos tenido que responder a la realidad. Estábamos teniendo problemas de vandalismo que nos ocasionaban pérdidas todo el tiempo, estaba entrando gente que podía traer situaciones de violencia extrema y teníamos el riesgo de que entre el consumo de drogas y alcohol, alguno de estos jóvenes se ahogara”, destacó.

De hecho, como parte de estas jaranas nocturnas, robaron el concesionario del Complejo Deportivo en más de 10 ocasiones, lo que ocasionó pérdidas de miles de dólares, de acuerdo con el asistente del administrador Bryan Richiez Ávila.

“Lo peor era la sensación de que la gente sintiera que no había seguridad en la Universidad de Puerto Rico”, puntualizó González.