El miércoles pasado, Bianca Dickinson y su hija Molly regresaban a su hogar en Wimmera, Australia, después de un largo viaje desde Kaniva, un pueblo cercano. Madre e hija se bajaron del auto, y Bianca quiso tomarle una fotografía a la niña. 

"Molly y yo estábamos cerca de nuestro buzón de cartas, así que me agaché y la observé a través del lente", relató Bianca en su página de Facebook, según han recogido medios australianos. 

El retrato era hermoso: Molly con su cabello amarillo como el sol, señalaba hacia una plantación de trigo que se movía con el viento a su espalda. A sus pies se ven algunos trozos de madera... o al menos eso era lo que su madre creía.

"Creo que estaba tan enfocada en ella, que no vi nada más. Entonces vi que algo se movía y solo pensé que era un trozo de corteza que se había salido del árbol", relató Bianca. La madre de cuatro hijos quitó la vista del lente y quedó helada al darse cuenta de que la supuesta corteza era en realidad era una gigantesca serpiente marrón oriental, especie que es considerada la segunda más venenosa del mundo. 

"Pude ver la cola entre las piernas de Molly. Creo que estaba tocando sus botas… estaba tan cerca", relató Bianca. 

Al percatarse de que su hija corría un gran peligro, la mujer solo atinó a quedarse lo más quieta posible. Luego, cuando vio que el reptil se alejaba, observó las fotografías que alcanzó a tomar con sus celular y se dio cuente de que la serpiente aparecía en todas ellas. 

"Sabemos que están ahí afuera, pero supongo que no se acercan tanto a nosotros. Cada vez que cierro los ojos, veo esa gran serpiente y lo que podría haber ocurrido. Veo a Molly siendo llevada en una ambulancia", agregó. 

"Cuando le enseñé la foto a Molly, ella simplemente dijo, 'esa soy yo'. No tiene idea de lo que pasó, lo cual es bueno", finalizó.