Madrid.- Las autoridades españolas investigan y actúan cada vez más contra los "cazatesoros" que expolian barcos hundidos en siglos pasados, una actividad delictiva cara y, al mismo tiempo, lucrativa.

En 1854, dos barcos, el Liban, cargado con dos millones de francos en monedas de plata, y el Cecilia chocaron en el Mar de Alborán y el primero se hundió.

Siglo y medio después una empresa quiso apoderarse del tesoro, pero la Guardia Civil lo impidió.

Fue a mediados del año pasado cuando la Armada española detectó que el buque Endeavour, supuestamente de investigación oceanográfica, operaba frente a las costas de Málaga, aunque los indicios señalaban que pretendía expoliar algún pecio hundido en esas aguas.

Los agentes del Grupo de Patrimonio Histórico de la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil constataron, gracias al material incautado al Endeavour, sobre todo el informático, que su intención era saquear el Liban y apoderarse de los dos millones de francos en monedas de plata.

Javier Morales, capitán de ese grupo, explicó a Efe los pormenores de la operación, que ha permitido conservar el patrimonio subacuático y comprobar el modo de trabajar de las grandes empresas cazatesoros, multinacionales que llegan a cotizar en bolsa y cuyas acciones suben como la espuma en cuanto llega a oídos de los inversores la "captura" de un pecio.

Con base en Gibraltar dos barcos actuaron de forma coordinada en la localización de pecios, con banderas que iban cambiando a lo largo del tiempo de países en los que los delitos contra el patrimonio no están tan perseguidos como en España.

Una vez interceptados, los agentes, con una orden judicial, intervinieron en el Endeavour una ingente cantidad de información en soporte informático cuyo análisis ha llevado a la Guardia Civil a confirmar una estrategia que puede extrapolarse a otras empresas cazatesoros.

Se trataba en este caso de un grupo dirigido por una persona, con hasta siete sedes sociales en otros tantos países y tres embarcaciones de la envergadura de la intervenida: 70 metros de eslora, gran tonelaje y con medios tecnológicos caros que solo pueden ser manejados por personal cualificado.

De ese análisis se desprende también que esta empresa ya tenía localizados otros objetivos, con las coordenadas precisas, tanto en España como en otros países, explica Morales.

Actualmente, dice el capitán de la UCO, todavía se ofertan en Internet bienes culturales expoliados en esa época.

Hasta llegar a la extracción del tesoro, estos "piratas" llevan a cabo su delito en varias fases.

La primera de ellas es la contratación de investigadores e historiadores que determinan qué barcos pueden interesar por la preciosa carga que llevaban al hundirse.

Muchas veces escudriñan documentos en archivos como el de Indias, en Sevilla (sur) y algunos de estos historiadores ni siquiera saben que trabajan para una organización delictiva.

Tras seleccionar y localizar el barco llega el momento de la extracción de los bienes y para ello utilizan medios como un robot que, dirigido desde la embarcación por control remoto, es capaz de "robar" con "sus brazos" las piezas.

Pese a estos medios técnicos, en muchas ocasiones las prisas con las actúa puede dañar el bien.

La sola noticia del hallazgo de un tesoro dispara la cotización de las acciones de la empresa, lo que redunda en beneficios que compensan los elevados costes de su actividad.

Gastos desorbitados como los 50,000 dólares que cuesta al cazatesoros cada día de navegación, como reconoció a los agentes el capitán del Endeavour.

Los clientes de estas empresas se ubican sobre todo en EEUU y países emergentes, fundamentalmente asiáticos, con ciudadanos con alto poder adquisitivo que pueden permitirse esos lujos para presumir de su estatus sin importarles la procedencia.

Es creciente el número de empresas que se apuntan a esta actividad y que se escudan en la falta de legislación en esta materia por parte de algunos países, donde ni siquiera está tipificado el delito, lo que les permite además reincidir con cierta impunidad.

Vigilar el pecio que finalmente el Endeavour no consiguió expoliar sigue siendo en España misión de los agentes de la Guardia Civil, que desde el aire, el mar los puertos o los aeropuertos velan por la integridad de un patrimonio oculto pero no olvidado.