El reclamo de la gente en Naguabo es al secretario de la Gobernación, William Villafañe, para que le visite y conozca de primera mano el abandono en que se encuentran.

En un recorrido por diversas áreas, Primera Hora encontró a personas perjudicadas emocionalmente, negocios cerrados - de 34 hay diez abiertos-, gente desempleada y una villa pesquera devastada.

Vecinos de diversos sectores de la Playa de Naguabo, donde hay unas 700 familias, demostraron que sus casas siguen sin techo, las ayudas –incluyendo los toldos de FEMA- no llegan y la luz brilla por su ausencia.

Allí no hay “ni una luz en el pueblo. Naguabo ha quedado abandonado por el Gobierno central. Yo no he visto un secretario, ni al Departamento de la Familia, ni a Vivienda. No he visto todavía al de Obras Públicas y las carreteras están en pésimas condiciones”, denunció el líder comunitario Carlos Iván Pérez.

Ejemplificó que lo que agudiza la situación “es que la PR-3 quedó devastada y fue cerrada. Por eso, las personas que vienen hacia el Malecón no pueden llegar. Esto le ha dado otro cantazo más al comercio dentro de la crisis que tenemos”.

Una de las afectadas es Damaris Cantero, madre soltera que hace 22 años reside en la comunidad la Ola.

“Aquí somos cinco y tengo dos niños asmáticos. Aquí no ha venido nadie. Mira en las condiciones que vivo”, dijo la mujer a quien un vecino le presta agua para subsistir.

“Hago un llamado para que nos ayuden… A mi me urge una vivienda para vivir con mis hijos y salir adelante”, sostuvo.

¿El alcalde (Noé Marcano Rivera) ha venido por aquí?

“Él no ha venido. Ha ayudado con compras, pero… quisiera que viniera para que viera cómo quedó esto después del huracán”, mencionó. 

Pérez, por su parte, dijo que si no es por la distribución de alimentos que hace el alcalde, allí pasarían hambre. El líder comunitario también se encarga de la distribución.

A la casa de Cantero, cuyos hijos están entre los cinco y 27 años, tampoco ha llegado personal de la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias (FEMA). 

La casa, donde el agua entró y dejó más de cuatro pies, quedó sin ventanas y puertas. Con paneles y ventanas que recuperaron del mar la remendaron, pero aún hay huecos por donde pueden entrar hasta ratas. 

“¿Qué ha hecho el Departamento de la Familia que no ha venido aquí a ver estas condiciones? Aquí no se puede vivir”, aceptó Pérez al recordar que allí “hay encamados y personas con oxígeno que tienen que arrastrarlo porque no hay luz y tiene que ir donde haya una planta”.

Otros que han pasado las de Caín son los comerciantes.

“Ahora mismo estaba llorando porque esto no ha sido nada fácil para nadie”, confesó Ada Iris Soto, quien lleva más de 40 años laborando en la pescadería Chuito, un negocio familiar establecido en Playa Húcares.

“Esto es terrible… De aquí antes salían las guaguas a vender (pescado)… Mucha gente no tiene luz y no pueden salir a vender tampoco. Y el diésel, que eso está acabando con el bolsillo de las personas”, sostuvo.

Soto, quien atiende a su hijo que tiene cáncer, viró los ojos cuando se le preguntó si han recibido ayuda.

“Vienen a entrevistar a uno y cuando uno ve nadie ayuda… Nosotros somos un cero a la izquierda”, confesó.

Tres jóvenes que trabajaban allí se fueron para Estados Unidos y quedan tres.

La comerciante Mayra Serra fue una de las que “con miles de sacrificios” inauguró en mayo pasado Cocos Restaurant. 

“Estos tres meses han sido bien difíciles por la falta de luz, sin sistema de redes (de comunicación)… La clientela ha mermado”, mencionó Serra quien dice que en diésel ya ha gastado $7,300.

De siete empleados, le quedan cuatro -incluyéndola a ella- y con reducción de horas.

En el caso del empresario Antonio Hernández, quien tiene tres restaurantes en El Malecón de Naguabo, ha logrado mantener a sus 42 empleados -tres se fueron para Estados Unidos- pero “ha sido un reto; el mayor ha sido la falta de luz y al operar con planta se duplican los gastos operacionales… Hemos bajado costos”, mencionó.