Durante la tercera vista en el caso que se sigue contra Miguel Córdova Villegas, acusado de violencia doméstica contra su pareja, fue la víctima quien en llanto narró la secuencia de vejámenes a la que fue sometida por dos años.

Interrogada por la fiscal Marielis Rosario Figueroa, la testigo describió cómo Córdova Villegas la agredía con un cable eléctrico, palos de escobas, le hizo comer heces fecales y la quemó en seis ocasiones diferentes con una espátula.

“Un día, él llegó y me dijo que estaba cansado. Entonces, le quitó la parte de la escoba y se quedó con el palo en la mano. Me dijo que me acostara en la cama y que mordiera la almohada para que no despertara a los nenes, que estaban durmiendo. Entonces comenzó a pegarme en la parte baja de la espalda hasta que el palo se rompió en cantitos”, declaró la mujer ahogada en llanto. Los hechos ocurrieron en la alcoba que ambos compartían en el Barrio Quebrada Huertas de Fajardo en 2012.

“Tenía miedo y dolor. Miedo porque él amenazó con hacerle daño a mis hijos –tres, dos niñas y un varón, producto de una relación anterior- y mucho dolor por los golpes que me daba. Entonces al otro día, me trajo unos antiinflamatorios y pastillas para el dolor. Me las tomé y entonces comencé a sentirme mejor”, narró.

A insistencia del Ministerio Público, la mujer explicó que su agresor la golpeaba por ‘no decir la verdad’ de la cantidad de hombres con quienes había tenido relaciones sexuales. “Yo no hacía ni decía nada por temor a que matara a mis hijos”, manifestó la mujer durante la vista que se lleva a cabo en sala 306, del Centro Judicial de Fajardo, que preside la jueza Gema González. 

“Una vez me llama para que saliera del cuarto y firmara una carta de renuncia al Departamento de Hacienda donde laboraba como oficinista. Él redactó la carta y la firmé. Antes de eso, yo estuve faltando porque él no me dejaba salir. Me decía que era una ‘puta’ y eso me ponía muy triste. Él pagaba una certificación médica a un doctor de Luquillo y esa era mi excusa para no ir a trabajar por semanas”, aseguró Torres, al destacar que sus cuentas bancarias y transacciones de depósitos eran manejadas por el acusado.

“Una vez él vino y me hizo parar frente a una columna entre el pasillo de la sala y cocina y me dijo que me quedara quieta. Fue para el baño y trajo un ‘bowl’ y una cuchara. Cuando él se para frente a mí me dice que igual que yo abría los e-mails de la computadora, pues tenía que comerme la excreta que tenía en el bowl y que no vomitara. Aquí te tengo esto para que te la comas completa y así lo hice porque temía que si no lo hacía, iba a matar los nenes”, detalló mientras temblaba.

“No sé de qué hablaba porque la computadora la manejaba él y yo no tenía cómo porque él tenía en su poder el cable para conectarla, el ‘mouse’ y el teclado”, señaló.

Los hechos por los cuales es acusado Córdova Villegas se remontan al mes de abril de 2012, patrón que según la denuncia, se extendió hasta enero de 2014, tras lo cual la perjudicada aún recibe asistencia psicológica.   

Mientras el interrogatorio continuaba, el imputado –vestido con mameluco gris y encadenado de manos a la cintura y tobillos- escuchaba impávido, con la vista fija en la testigo. Se mostraba serio e indiferente al dramático relato.

A mediados de 2013, la pareja se mudó a la urbanización Santa Rita, lugar donde continuó el patrón de agresiones y abusos físicos, según la testigo. 

“En una ocasión, me despertó a las 2:00 de la madrugada y me dijo que me pusiera las tenis, que íbamos a dar un paseo. Me puse las tenis y bajé hasta la guagua. Él me llevó hasta una cascada que queda cerca de la carretera de El Yunque y allí me amarró con una soga al asiento y buscó la espátula y un pote de kerosén con el cual comenzó a calentar la espátula hasta que se volvía roja-naranja y me la pegó en el seno izquierdo. Allí comencé a gritar y a llorar por el dolor intenso que sentía”, detalló Torres.

Acto seguido indicó la testigo, “me decía que yo sabía que esto iba a pasar por no decirle la verdad. Yo lo que le decía era que no tenía por qué hacer eso. Él respondía que dejara el llanto y el ‘show’. Entonces, virábamos para la casa, donde los nenes estaban durmiendo solos. Yo tenía mucho miedo que él se enojara y por eso me quedaba sentada llorando en una esquinita de la cama”.

Según narró la perjudicada, esta situación ocurrió en otras cinco ocasiones diferentes, en las cuales utilizó la espátula ardiente para quemarle el ‘empeine’ –área púbica alta- dos veces y ambos muslos.

“Él me había comprado una crema para quemaduras y con las heridas de los senos y empeine, se me acabó, por lo que tuve que usar agua para aliviar el dolor. No recibía atención médica porque no podía salir de la casa. Él se llevaba las llaves y me dejaba encerrada. En una ocasión me dejó un cubo en el cuarto y me dijo que dejó una marca en la puerta para saber si había salido. Allí en el cubo hice mis necesidades y ese día no comí nada. Estaba bien asustada que él se enojara y me hiciera algo malo o a los nenes”, explicó.

En sus declaraciones, la testigo hizo el recuento de los golpes intensos que recibió por no haber sacado un boleto de la Loto, que según Córdova Villegas, se había quedado en uno de los bolsillos de un mahón que justamente ese día se había echado a lavar. “Saqué los cantitos de la lavadora con ayuda del nene y cuando él –el acusado- los vio, mandó el nene para el cuarto y volvió a azotarme con el cable de extensión, mientras yo estaba boca abajo en la cama y mordía la almohada para no gritar del dolor”. 

Al final del interrogatorio, Torres indicó que para el 31 de enero del 2014, el imputado le manifestó que ese día estaba aborrecido y que cuando regresara del trabajo, iba a ocurrir algo serio de verdad. “Temí por mi vida. Cuando él salió a buscar los nenes, que estaban bajo la custodia del papá, decidí irme de la casa. En verdad que sentí que ese día me mataría”.

Narró la mujer que entonces, tomó una mochila y en ella colocó una botella de agua, sus identificaciones personales y de sus tres hijos, dos pedazos de pan y un abrigo. Que se subió a la coqueta del cuarto y sacó el acondicionador de aire de la pared, hueco por el cual escapó a un monte aledaño a su casa. 

El proceso quedó pautado para continuar el 4 de noviembre a las 8:30 de la mañana.