Kabul.- La práctica de deporte puede ser toda una odisea para una mujer en un país como Afganistán, pero muchas deportistas luchan para vencer tabúes sociales que las condenan a entrenar casi en secreto y cuando los hombres las dejan un hueco.

"No tenemos un gimnasio para chicas en Kabul y usamos los de chicos en un segundo o tercer turno, cuando ellos han terminado de entrenar", relata a EFE Humaira Mohammadi, una joven de 18 años que practica taekwondo.

Este arte marcial es un deporte popular en el país asiático y solo en la capital afgana existen 165 gimnasios especializados en taekwondo, pero ninguno específicamente para mujeres, que tienen mal visto compartir las instalaciones con hombres.

Mohammadi lamenta que pese a que "cientos de chicas están interesadas, solo a unas decenas de ellas se les permite ir a estos gimnasios", tras vencer la oposición de sus familias.

Sin embargo, "sin apoyo financiero del gobierno y de nuestras familias, tenemos que hacer frente a los costes nosotras mismas", comenta la deportista, que cuenta con cuatro medallas de bronce en torneos internacionales.

Las penurias económicas son tales que no pueden ni siquiera seguir una alimentación adecuada y "siempre tenemos que minimizar los entrenamientos previos a una competición, porque no podemos permitirnos los costes de la dieta ni del transporte".

Esta joven representará a su país junto a Lila Hussaini y Suhaila Hamidi en el 26 Fajr Open, G-1, que acogerá Irán en febrero, el torneo más veterano de taekwondo en Asia y uno de los más importantes del mundo.

Contra todas estas dificultades, Salma Hussaini se ha convertido a sus 34 años en la primera entrenadora de taekwondo en Afganistán y prepara el equipo nacional femenino, que a pesar de tantos obstáculos acumula una larga lista de medallas en competiciones mundiales.

Hussaini dirige además el Comité de Mujeres de esta especialidad en su país, azotado desde hace décadas por la violencia, en el que las deportistas han recurrido a "gimnasios secretos" en provincias como Helmand y Kapisa, donde la presión de los talibanes añade un obstáculo más.

El régimen talibán prohibió a las mujeres practicar deporte hasta que fue derrocado en 2001 con la invasión de Estados Unidos, aunque trece años después la inseguridad persiste en buena parte del país.

"No quiero medallas para mi hija, solo quiero verla viva y segura", es la respuesta que más de una vez se ha encontrado la entrenadora cuando pide a los padres que permitan ir a una chica al gimnasio.

La preparadora mantiene "una guerra fría con las familias, visitando muchas veces sus casas para asegurarles que no va a pasar nada malo a sus hijas", según narra.

El padre, la madre o incluso un hermano mayor niega a la chica la práctica de taekwondo por miedo a su seguridad, porque debe compartir instalaciones con hombres o vestir ropas que consideran inadecuadas para una mujer.

Incluso el propio Comité Olímpico afgano "nos ha tenido durante diez años sin una entrenadora que acompañara a las competidoras en el exterior", critica Hussaini.

"Han construido un gimnasio, pero está cerrado y no nos dejan entrenar, por diferencias entre los dirigentes" del Comité, dice.

Las deportistas tienen que andar kilómetros a pie hasta llegar a los entrenamientos, ya que "son completamente insuficientes" los mil afganis (unos 20 dólares) que reciben al mes las integrantes del equipo nacional, según su entrenadora.

El secretario general de la Federación Nacional de Taekwondo, Mirwais Bahawi, asume que existe esta problemática, pero asegura a Efe que trabajan para resolverla en su deseo de que "las mujeres disfruten de sus derechos y tengan acceso a todos los servicios disponibles en un futuro".

"Debe haber más clubes de chicas en el país, pero no están registrados en la Federación por algunos problemas", afirma.

Los clubes femeninos registrados son una treintena, en las provincias de Kabul, Bamyan, Parwan, Herat, Ghazni y Balkh, doce de ellos en la capital afgana.

De los cerca de 40,000 practicantes de taekwondo federados, apenas 1,000 son mujeres. 

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