MANILA — Apodado "Duterte Harry", por el personaje de Clint Eastwood indiferente a las normas, un alcalde de las Filipinas ha amenazado con matar a criminales, ahorcarlos con cuerda de lavandería o arrojarlos a la Bahía de Manila. Su uso de groserías ha incluido incluso referencias al papa.

A pesar de la imagen de díscolo, Rodrigo Duterte ha emergido como un candidato viable para las elecciones presidenciales filipinas del 9 de mayo, en un auge político tan sorpresivo que algunos lo comparan con el de Donald Trump. El alcalde, sin embargo, considera que tal comparación es ofensiva.

"Donald Trump es un racista, yo no", declara Duterte a la AP en referencia a la propuesta de Trump de prohibirle la entrada a los musulmanes y de construir una barrera en la frontera con México.

Duterte, de 70 años, hizo su reputación con su mano dura contra el hampa en la ciudad de Davao, en el sur, donde ha sido alcalde desde hace 22 años. Se le atribuye haber transformado la empobrecida región de 1,5 millones de habitantes, de un pantanal azotado por una insurgencia marxista en la década de 1980, a una de las pocas ciudades filipinas donde imperan la ley y el orden y la economía prospera.

Abogado, ex fiscal judicial y legislador, Duterte es hijo de un ex gobernador de la provincia de Davao que se crió en una familia de clase media que le inculcó el valor de la integridad. Tiende a evadir las normas y recuerda como su madre, que era maestra, lo castigaba por su mala conducta obligándolo a arrodillarse ante una estatua de Jesucristo con los brazos extendidos a los lados. Fue una vez expulsado de la escuela por estar involucrado en una pelea.

En Davao, Duterte ha patrullado las calles de la ciudad de noche en una moto Harley Davidson. A veces se hace pasar de taxista para tratar de atrapar a ladrones que asaltan a los choferes. Prohibió fumar y una vez, se dice, obligó a un extranjero a masticar un cigarrillo por violar la ordenanza. Están prohibidos los fuegos artificiales y un toque de queda para menores ha causado una disminución en la delincuencia juvenil.

Lo que distingue a Duterte de otros políticos es su afán por decir palabrotas, muchas veces en público y en su idioma tagalog. Muchas veces usa las groserías cuando habla de la criminalidad, la corrupción o la ineptitud del gobierno.

En su incidente más notorio, usó una grosería para referirse al papa Francisco cuando se estaba quejando de las enormes trancas de tráfico que estaba causando una visita papal a Manila el año pasado. Los obispos filipinos expresaron su asombro y el alcalde tuvo que disculparse.