BONITO, Brasil.- Son las 3:30 de la mañana y Jose Wesley Campos ríe sin parar cuando su madre juguetea con los gruesos anteojos del bebé mientras lo prepara para llevarlo a una cita con el doctor a tres horas de distancia. 

“A veces parece que se tragó a un payaso”, dice su madre, Solange Ferreira. 

Es un marcado contraste con la situación de hace algunos años, cuando Jose, quien nació con una cabeza anormalmente pequeña durante un brote del virus zika en el noreste de Brasil, lloraba sin control. 

Desesperada, Ferreira solo podía calmarlo colocándolo dentro de una cubeta llena de agua. 

Las imágenes que captó el fotógrafo de Prensa Asociada Felipe Dana en 2015 y 2016, de Jose dentro del balde y siendo confortado por varios de sus familiares ayudaron a convertirlo en el rostro internacional del virus del zika, que en su momento fue una crisis de salud mundial. 

Hoy en día, Jose _ quien cumplirá tres años el próximo septiembre _ asiste dos días a la semana a un centro de educación temprana en Bonito, una ciudad del estado de Pernambuco, uno de los más pobres del país y de los más afectados por el zika. 

Jose ha mostrado una leve mejoría. Puede mantener la cabeza erguida gracias a una terapia que le ha fortalecido el cuello y el torso. Recibe muchos estímulos de sus tres hermanos mayores, que juegan con él y lo ayudan a ejercitarse en casa. 

Sus ojos ya no deambulan sin parar, ahora se enfocan en lo que está frente a él. 

También puede balbucear tres palabras que son una mezcla de onomatopeyas incompletas en portugués: “goo”, “gui” y “ma”, que significan, avena, mamá y papá, respectivamente. 

“Nuestra vida está muy ocupada, pero la evolución ha sido increíble”, dijo Ferreira, con el rostro curtido por el sol de Pernambuco. 

 Ferreira, quien dijo que su hijo le ha enseñado mucho sobre el amor, también recibe mucha ayuda en comparación con muchos otros padres en la misma situación: el alcalde de Bonito envía a un chofer para que los lleve a sus citas con el doctor en Recife, la capital del estado que está a tres horas de distancia, y a la escuela. Ella mantiene el optimismo pese a las constantes frustraciones con los tratamientos y la fatiga de cuidar de un niño con tantas necesidades. 

El día en que ella y Jose viajaron de madrugada para su cita, se enteraron a su llegada que el doctor al que habían ido a ver se había ido de vacaciones. 

Días después volvieron al mismo hospital, en el que Ferreira esperaba que comenzara un tratamiento de hidroterapia. Sin embargo, el niño solo fue examinado y le pidieron que volviera en unas cuantas semanas para comenzar la terapia. 

“A veces las cosas no salen, pero persistimos”, dijo Ferreira, de 42 años. 

A pesar del progreso, José enfrenta unos gigantescos problemas de desarrollo. 

Recientemente fue operado de la cadera, una intervención que según los doctores es necesaria para muchos niños con microcefalia conforme van creciendo. La terapia, que puede ser dolorosa, lo irrita. 

Se alimenta a través de un tubo por la nariz y a los líquidos que toma se les añade un espesante para mantenerlo hidratado. Puede mover los brazos y sujetar un lápiz, pero no puede gatear o ponerse de pie y solo puede permanecer sentado, erguido, por breves periodos. 

Estos problemas complican mucho su aprendizaje a pesar del cariño de los maestros y de estar en un ambiente inclusivo junto a otros niños. 

“Sus interacciones están sumamente afectadas”, dijo la doctora Irene Beltrao, quien trata a Jose en el hospital AACD de Recife, especializado en la atención de personas con discapacidades. “Sufre de un alto grado de microcefalia”. 

Pero nada de esto perturba a Ferreira, que recuerda que los médicos le dijeron que su hijo tenía pocas oportunidades de sobrevivir. De hecho, entre el 7 y el 10% de los niños que nacieron con microcefalia en Pernambuco y Paraíba, dos de los estados más afectados, han muerto. 

Con el afecto de su familia, la atención de sus maestros y la ayuda de doctores y terapistas, Jose avanza a su manera. Y cambia las vidas que toca. 

“La microcefalia no es un monstruo. No viene de otro planeta”, dijo Ferreira. El bebé “solo se desarrollará si lo amamos mucho”.