El papa Francisco se tropezó levemente al subir la escalinata del avión que lo trasladaba a Filadelfia desde Nueva York.

En ese momento, el viento en el aeropuerto lo incomodó para subir los escalones y pisó su propia túnica, provanco que casi cayera.

Francisco, en una mano llevaba su clásico maletín y con la otra se sujetaba de la baranda. En dos tramos trastabilló pero siguió subiendo; casi llegando a la puerta del avión el viento en contra le voló la capa superior de su vestuario hasta taparle la cabeza.

Al llegar a la puerta, el Papa se dio vuelta y miró sonriente la público que lo fue a despedir.