Tiene una cabellera rubia platinada, tuitea un día sí y el otro también, quiere a los musulmanes bien lejos de su país (si por él fuera, en otro planeta) y la Unión Europea (UE) no le hace una pizca de gracia. Y no, no es Donald Trump.

La descripción calza con otro personaje igual de inquietante: Geert Wilders. Este holandés de 53 años, ícono de la ultraderecha y que vive bajo protección policial las 24 horas del día desde que en el 2004 se descubrieron planes de atentados contra su vida, pretende remecer este miércoles 15 –día en que Holanda irá a las urnas– las estructuras políticas del país.

La prohibición de la inmigración desde naciones musulmanas y el desmantelamiento de la UE son las armas que blande Wilders al frente del PVV (Partido de la Libertad) desde hace años, pero que recién en los últimos tiempos vienen calando con fuerza entre sus compatriotas.

¿Tiene posibilidades de convertirse en primer ministro este hombre? “Yo no descartaría que Wilders llegara tan lejos. Eso es impredecible”, dice Hans Anker, estratega político holandés. Y agrega: “Holanda es una suerte de termómetro donde se manifiestan primero ciertas tendencias”.

Esta última frase alude, indudablemente, a que las elecciones holandesas son las primeras este año en Europa, así que medirán –a través de Wilders– el peso y avance del populismo en la región, una tendencia que recibió un espaldarazo notable desde la victoria de Trump en Estados Unidos. Comicios cruciales en verdaderos colosos europeos como Francia, Alemania y, posiblemente, Italia continúan en el calendario y pueden determinar el rumbo de la UE.

Ganancia aun en la derrota

Aunque históricamente a Wilders le ha ido mejor en las encuestas que en los resultados finales, esta vez parece que, si no llega a primer ministro, sí podría convertirse en el líder del principal partido del Parlamento.

“Su probable triunfo no le abriría necesariamente las puertas del poder, debido al sistema electoral holandés que conduce a la dispersión de las fuerzas políticas y que obliga a formar coaliciones de por lo menos tres partidos para formar gobierno.

Disparos sin anestesia 

- “Esta es nuestra tierra, no la suya. Turquía es su tierra. Váyase rápido y no vuelva nunca”. (Tuit dirigido al parlamentario holandés de origen turco Tunahan Kuzu)

- “Hay mucha escoria marroquí en Holanda que hace que las calles sean inseguras”. (Advertencia a sus seguidores durante un mitin en un barrio de Róterdam. (Declaración en una entrevista televisiva (una de las pocas que ha dado)

- “Cerraremos las fronteras y todo el dinero que damos a los países extranjeros se quedará aquí”. (Declaración en una entrevista televisiva (una de las pocas que ha dado)

***

Con sus posiciones extremas, es difícil que la agrupación de Wilders pueda conformar una alianza”, dice a El Comercio el internacionalista peruano Francisco Belaunde.

Por lo pronto, el Partido Popular y Democrático (VVD) del actual primer ministro, el liberal Mark Rutte, ha cerrado con doble candado la puerta de un eventual diálogo con el PVV para una alianza en el poder. “Cero por ciento. Geert cero. No va a pasar”, tuiteó hace unos días.

Ello no sería, sin embargo, una derrota para Wilders. “Al obtener la mayor cantidad de escaños, una quinta parte según los últimos sondeos, reforzaría aun más su peso en el debate nacional, apuntalando sus tesis respecto de la inmigración y la UE”, considera Belaunde.
 
Independiente y aislado

Mientras tanto, Wilders ha enfilado la recta final sin matizar ni un ápice sus inflamados discursos. Decir que las mezquitas no son más que templos nazis y que si no se cierran, los holandeses dejarán de existir a fines de siglo, son prueba de ello.

El lenguaje divisivo, desdeñoso y, con frecuencia, insultante ha llevado a muchos analistas a compararlo con el actual mandatario de EE.UU.

“En la forma agresiva y provocadora de expresarse hay gran similitud. Pero hay una gran diferencia: Wilders no es un recién llegado a la política, tiene una larga carrera. No obstante, él se ve a sí mismo como un ‘outsider’”, reflexiona Belaunde.

Wilders, en efecto, se describe a sí mismo como un independiente, a pesar de que es el tercer miembro del Parlamento holandés con más tiempo ocupando un escaño y que incursionó en la política a los 28 años.

Su vida sí dio un vuelco en el 2004 cuando el cineasta Theo van Gogh fue abatido por un extremista islamista y él pasó a ser el próximo objetivo por sus críticas al islam.

Los 13 años de aislamiento no han podido quebrar sus convicciones políticas. Lo que sí ha golpeado han sido sus relaciones cercanas: dicen que apenas ve a su esposa una o dos veces por semana y que ha cortado relaciones con su hermano mayor.

“A duras penas puedo recordar cómo se siente cruzar la calle solo”, confesó en febrero. “No se lo deseo ni a mi peor enemigo, pero al menos sé por qué hago lo que hago. Mi misión es asegurar que Holanda, a diferencia de mi propia vida, siga libre”.

Y su misión este miércoles 15 –según los designios de la ultraderecha europea– es que incendie la pradera europea con los resultados electorales. Si ello ocurre, Marine Le Pen –la próxima en someterse al escrutinio de la ciudadanía– elevará una copa de champán por él desde París.