Londres.- En el corazón del norte de Londres está el antiguo Queens Wood, un bosque escondido en una metrópolis de más de ocho millones de habitantes. Los ruidos de la ciudad no parecen existir aquí, donde varios niños juegan en una cocina de barro, fingiendo preparar comida, y cortan madera.

No se trata de pequeños en un día excepcional de juego en el bosque, sino de una inusual escuela infantil al aire libre, la primera de su tipo en Londres, que sigue una tendencia en los países escandinavos, Alemania y Escocia. Permite a los niños aprender y dejar que su imaginación vuele libremente, completamente rodeados por la naturaleza.

"Sabía que iba a ser un gran ambiente para él y que sería bueno para que él tuviese tiempo enfocado en actividades al aire libre, con maestros que han sido entrenados en la ideología de la escuela de los bosques", dijo Zoe Slotover, mientras la madre dejaba a su hijo Héctor, de 2 años de edad.

La maestra de primaria Emma Shaw abrió en abril la guardería "Into the Woods" para niños de dos años y medio a cinco años de edad. Asegura que el medio ambiente natural hace maravillas.

"Los niños aprenden a través del movimiento y de hacer las cosas", afirmó. "Así que todo es práctico y se trata de usar las manos en el exterior, por lo que el aprendizaje ocurre de una forma mucho más natural, ya que no tenemos que crear oportunidades para que puedan resolver problemas y tomar riesgos porque todos están aquí y ellos pueden establecer sus propios desafíos, lo que aumenta su autoestima".

Cada mañana, un grupo de niños se reúnen en Queens Wood, en una zona que el equipo de la guardería prepara cada mañana antes de la llegada de los niños. Un círculo de leños marca el sitio de reunión para tomar aperitivos, leer cuentos y cantar canciones.

La cocina de barro da la oportunidad de hacer todo un lío, pero de manera adecuada, y tener experiencias sensoriales. Un columpio de cuerda ofrece un poco de emoción y desafíos. Hay varias tiendas de campaña para tomar siestas y asearse.

En un claro del bosque, un tronco de árbol caído puede ser transformado con imaginación en un tren con cohetes, que haga escalas en la playa y la Luna. Las hojas de los árboles son los boletos de viaje.

Matilda, de dos años, juega con una vara, que en su mente no es un palo, sino una varita mágica. Dice que ella es una hada mágica que puede volar. Entonces, de repente la vara es una baqueta y un árbol retorcido es su tambor. Ella golpea satisfecha, con su propio ritmo.

Los expertos dicen que esto se llama "aprendizaje dirigido por los niños": el niño encuentra un objeto y utiliza la creatividad para explorar el mundo, con la imaginación en pleno vuelo. Los niños, que usan chalecos reflectantes fluorescentes, son animados a utilizar los elementos que encuentren en el bosque, como hojas y palos para contar y dibujar.

La profesora Helen Bilton, de la Universidad de Reading, quien aboga por más juegos al aire libre, sostiene que los beneficios son claros.

"En términos de salud tienen que ver con el ejercicio y cosas por el estilo, pero también, en términos de la educación, pues tienen que ver con el desarrollo cognitivo, el desarrollo lingüístico, social y emocional", afirma. "Cubre todo".