Seúl.- A sus 87 años el surcoreano Kim Woo-jung está a punto de pasar tres días con su hermana menor, de la que no sabe nada desde hace más de seis décadas, gracias al histórico encuentro que esta semana reunirá a casi 200 familias divididas del Norte y del Sur.

"Estoy tan feliz que no lo puedo expresar en palabras y, aunque pudiera, nadie podría comprender lo que siento en este momento", expresa, visiblemente emocionado, este expolicía que ha recibido a Efe en su casa, un viejo estudio de apenas 15 metros cuadrados en el humilde barrio de Hwayang al nordeste de Seúl.

El anciano se considera "afortunado", ya que fue seleccionado junto con otras 89 familias de Corea del Sur entre más de 60.000 aspirantes para reunirse con sus parientes del Norte en el encuentro colectivo que comenzará mañana y finalizará el lunes 26.

Mientras los primeros participantes ya se disponen a cruzar la frontera para iniciar mañana la primera ronda de reuniones en el complejo turístico del monte Kumgang al sureste de territorio norcoreano, él espera impaciente su turno, que llegará el sábado.

Como él cientos de miles de personas sufrieron la separación familiar por la Guerra de Corea y solo algunas de ellas han podido volver a verse en los 19 reencuentros celebrados desde 1985 hasta ahora, coincidiendo siempre con etapas de distensión política entre Seúl y Pyongyang.

Kim es el cuarto de una familia de cinco hermanos de la fronteriza provincia de Gangwon en Corea del Norte. Al estallar la Guerra en 1950 huyó al Sur cruzando a nado el río Han junto a uno de sus hermanos varones, sin imaginar entonces que la división se haría permanente y quienes quedaron atrás lo harían para siempre.

El hermano que le acompañó en su huida murió joven y, según le han comunicado, en Corea del Norte solo queda viva la única fémina de la prole, Kim Jung-hee, que hoy tiene 81 años.

"Al ser la única mujer la considerábamos la flor de la familia y le dedicábamos todas las atenciones. En la escuela sus hermanos la protegíamos como si fuésemos sus guardaespaldas", relata el octogenario.

Es el último recuerdo y prácticamente toda la información que tiene de su hermana, ya que en los últimos 65 años no ha recibido un solo dato sobre ella: si está casada, tiene hijos, dónde vive o cuál es su profesión. "Ni siquiera sabía si seguía viva o había fallecido", comenta.

A medida que se acerca el gran día, la cabeza de Kim Woo-jung da más vueltas y vueltas en torno a varios asuntos, como el aspecto que tendrá su hermana, si estará bien de salud y, sobre todo, las preguntas que le hará, casi todas acerca de la suerte del resto de miembros de la familia.

"Lo primero que voy a hacer es preguntarle por mi madre. Era una mujer muy fuerte y sana, así que pienso que podría haber superado los 100 años y seguir viva, ¿por qué no?", asegura, con un brillo de esperanza en los ojos.

Kim se agarra a esta improbable ilusión porque la Cruz Roja, organizadora de los encuentros familiares, no ha confirmado si su madre sigue viva o no en la escueta carta que le envió la semana pasada con los datos de sus parientes del otro lado de la frontera.

El anciano también es consciente de que no va a poder gozar de una intimidad total con su hermana ya que la mayor parte de las reuniones son en salas colectivas y Corea del Norte impone la prohibición de hablar de varios temas, como la política, información de actualidad o las condiciones de vida en el país comunista.

En cualquier caso, al igual que en ediciones anteriores los sentimientos estarán a flor de piel en el encuentro, que se espera deje imágenes de emotivos abrazos, mares de lágrimas y ríos de tinta sobre historias de vida dignas de una novela o un drama cinematográfico.

Preguntamos a Kim si va a cumplir el mayor sueño de su vida y responde con un contundente "sí". Entonces, ¿le quedarán más sueños por cumplir? Su rostro se apaga, se entristece, y responde: "Mi sueño realmente es vivir con mi familia de nuevo, pero creo que no va a ser posible en esta vida".