Un ponqué, un aplauso y una foto bastaron para que Andrea Chaparro, una de las miles de personas que habitan las calles del centro de Bogotá, tuviera uno de los mejores cumpleaños de su vida.

La celebración fue registrada en video por el fotógrafo bogotano Emilio Aparicio Rodríguez, quien ha enfocado su trabajo en las vidas de los indigentes de la capital del país.

El video, publicado en su perfil de Facebook y compartido hasta el momento por 350.389 personas, generó una ola de mensajes optimistas y esperanzadores. El Tiempo habló con el autor de ‘Que seamos todos felices’.

¿Por qué le celebró el cumpleaños a Andrea Chaparro?

Siempre había querido hacer feliz a un indigente de la calle. Pensé que celebrarle el cumpleaños a Andrea le sacaría una sonrisa y así fue.

Un día de julio estaba haciendo unas diligencias en el centro. Me la encontré, hablamos y le pregunté qué día cumplía años. Ella respondió que el 17 de diciembre, fecha que se quedó automáticamente en mi memoria porque mi hermano cumple el 18 del mismo mes.

Antes de su cumpleaños nos vimos varias veces, nos tomábamos un tinto y le recordaba que debía estar atenta ese 17 de diciembre.

Cuando llegó el día, de forma improvisada, le compré una bomba, un gorro de cumpleaños, un collar, una vela, un ponqué e imprimí una foto que le había prometido. Llegué al sitio donde ella usualmente está con alguno de sus perros y al verme, como se puede ver en el vídeo, gritó de alegría, ¡ella no se lo podía creer!

En el momento en que le estaba prendiendo la vela se me ocurrió, en medio de la timidez que me caracteriza, pedirle a la gente que estaba ese día en la calle que me acompañaran a cantarle el feliz cumpleaños. Al principio no hubo mucha respuesta, pero poco a poco comenzaron a llegar donde estábamos Andrea y yo. Todos cantamos y le lanzamos confetti, fue un momento increíble.

Después de la celebración, ¿qué pasó con ella?

Nos quedamos hablando un rato y me contó que estaba muy contenta. Creía que no iba a venir. También charlamos de los temas de siempre: sus perritos y su pareja sentimental, quien ese día la visitaría.

Al rato, me mostró una edición del diario ADN con la imagen de la celebración del más reciente título de Millonarios. “Los de Millos también me dieron regalo”, dijo contenta. Para ella fue un doble festejo.

¿Cómo la conoció?

Hace dos años la conozco. La primera vez que la vi yo andaba con mi cámara en las manos por el centro de Bogotá. Cuando me acerqué a ella me dijo que una vez escuchó en un programa de radio que niños de Altos de Cazuca estaban tomando fotos con un tarro (una cámara estenopeica). De inmediato me sorprendió, porque nunca creí que supiera algo de fotografía.

Ha tenido varios perritos, ya que les tiene un afecto especial. Para ella, son los únicos en los que se puede confiar. El primer canino que tuvo se llamaba Sirena, pero un carro la atropelló. Luego le regalaron dos más, los cuales fotografié y vi crecer. Siempre que le tomo fotos a sus mascotas se las regalo. Me cuenta que tiene las imágenes enmarcadas en el lugar donde duerme.

Tiene un novio. Se llama Tobías. Hace un tiempo lo conocí y los fotografié besándose. ¡Un pico bellísimo! Una representación de lo que sueñan y sienten, como cualquier otro ser humano.

Hoy solo anda por las calles con Lulú, una de sus perritas, vive en un piecita y se le puede encontrar entre las diez de la mañana y las doce del mediodía en la calle octava con carrera trece. Allí se la pasa sentada.

¿Antes le había celebrado un cumpleaños a algún habitante de la calle?

Sí. Se llama Mariposa, pero no grabé o tomé fotos aquella vez. Algunas veces solo habló con ellos, sin sacar la cámara.

¿Y cómo llegó ese momento a las redes sociales?

Generalmente publico mi trabajo en Flickr o en mis cuentas personales de redes sociales. Fotógrafos como yo o estudiantes, que conocen mi trabajo, compartieron el video, ¡y el sistema estalló! (risas).

Me causó felicidad que la gente se sensibilizara con el video. Los mensajes de agradecimiento por subirlo a la web eran bastantes. Mi correo electrónico, mi perfil en Facebook y mi cuenta en Twitter estaban llenos. Solo pude ver y responder algunos por el corto tiempo que dispongo.

¿Qué le decían en los mensajes?

De todo. Muchos me agradecían porque habían tenido un mal día en el trabajo, llegaron a sus hogares y gracias al vídeo el ánimo se les subió. Uno de los mensajes decía: “yo no lo conozco a usted y seguramente usted no me conoce, pero no sabe cómo me alegró el día.”

Siento que el vídeo le devolvió las esperanzas a muchos, como a mí. Hace días estaba mal por muchas cosas: las calles de Bogotá están hechas un desastre, los trancones son cada vez más insoportables, hay mucha intolerancia en la ciudad… mil cosas más. Fue gratificante ver lo que provocó el vídeo.

No soy supersticioso, pero creo que el deseo que pidió Andrea al apagar la vela se hizo realidad. Pudo haber pedido un hogar, comida, incluso un carro. Sin embargo, pidió que “todos seamos felices”.

¿Qué lo motivó a retratar indigentes?

Yo empecé a sensibilizarme con los habitantes de calle desde hace 5 años. Estuve por fuera de Colombia y al llegar al país me encontré con una cantidad de problemáticas, como la indigencia. A partir de ello me nacieron varias dudas.

Un día retraté a un indigente y le di dos mil pesos. Después de tomar la foto, llegué a mi casa. Al momento de captar el rostro no había visto el resultado, pero al ver la imagen me sorprendió el parecido que tenía aquel indigente conmigo. No le pregunté el nombre – quizás se hubiese llamado Emilio, como yo -, ni cómo dormía o si tenía familia.

Desde ese día se despertó en mí el interés por estas personas, por sus vidas, por quienes son. No por la historia de drogas y abandono que todos conocen. Así que seguí sacándoles fotos, conociéndolos y tomándoles afecto.

Si ya no les da dinero, ¿cómo se acerca a ellos?

Es muy sencillo. Yo frecuento las calles del centro de Bogotá con mi cámara y los saludo. Me siento junto a ellos y les pregunto: ”¿Podemos charlar?”.

Hablamos de todo. Muchos me cuentan de sus vidas sin tapujos, algo que me impresionó. Creí que me iban a robar la cámara, el resto de mis pertenencias y salir a correr. Todo es cuestión de actitud, ellos la perciben.

¿Y qué le dice le gente cuando ve su trabajo?

Muchos me han preguntado: “¿usted para qué toma esas fotos?”. Yo siempre les respondo que quiero que la gente conozca al ser humano que hay detrás de la ropa desgastada y la mugre, que escuchen lo que tienen que decirle al mundo.

A mí no me importa darle la mano a un indigente, abrazarlo, sentarme a hablar con él y entablar una amistad. Son personas como Andrea, como usted o como yo.