Hace 25 años, el buceador Hiroyuki Arakawa encontró en el mar de Japón un cansado y herido pez oveja asiático (semicossyphus reticulatus). Cuidó del extraño paciente como si se tratara de un amigo: lo alimentó con cangrejos y cuidó de él hasta que sanó. Desde entonces, mantienen una inusual amistad acuática, cuenta la serie de YouTube Great Big Story.

Casi a diario, Arakawa bucea en las aguas del parque submarino de Hasama (en Tateyama, Japón) para visitar a su amigo, conocido desde su salvación como Yoriko. "Yo diría que nos entendemos. No es que podamos hablar el uno con el otro, pero simplemente sucedió de forma natural", dice. "La besé una vez. Pero soy la única persona a la que dejará hacerlo".

Arakawa, de 79 años de edad, bucea desde los 18 años. Le gusta bucear en aguas profundas, sentir que vive en su propio mundo aislado de todo. Es con esa idea que construyó la entrada a un santuario bajo el agua, cuya puerta está a 17 metros de profundidad. Y Yoriko vivía cerca a aquella puerta.

"Creo que fue hace 30 años que conocí a Yoriko. Ella se llama Kobudai en Japón. Supongo que es debido a la protuberancia (Kobu) que tiene", dice Arakawa. "Si miras con atención, desde el frente parecer tener un rostro humano. Cuando estás muy cerca, piensas que se parece a alguien que conoces".

La amistad inició cuando Yoriko nadaba agotada cerca al santuario. No podía comer su propia comida. "La alimenté con cinco [cangrejos] cada día durante nos diez días. Ahora está mucho mejor". Él cree que cualquier persona puede obtener la atención de un animal alimentándolos, aunque tocar e interactuar con ellos demanda procesos mucho más complicados.

"No estoy seguro si es la naturaleza del kobudai o no, pero es probablemente porque hay un sentido de la confianza entre nosotros", dice. "Supongo que sabe que la salvé, que la ayudé cuando estaba gravemente herida. Así que para mí ser capaz de hacer es motivo de orgullo. Tengo una increíble sensación de logro en mi corazón".