El Vaticano dio los primeros pasos ayer para gobernar a una Iglesia católica sin papa, con algunas medidas prácticas para poner fin formalmente a un pontificado y preparar el cónclave que elegirá al titular del siguiente.

La renuncia de Benedicto XVI el jueves, a las 8 de la noche (hora en El Vaticano), inició un periodo conocido como “Sede vacante”, la transición entre el fin de un papado y el comienzo del próximo.

El decano del Colegio de Cardenales convocó formalmente a los “príncipes” de la Iglesia a Roma para una reunión previa al cónclave el lunes, aunque muchos de ellos ya se encuentran en la ciudad.

En el primer día de sede vacante, el decano del Colegio Cardenalicio, Angelo Sodano, convocó a los purpurados de todo el mundo a Roma para elegir al sucesor del papa Ratzinger.

En la misiva, Sodano les comunicó oficialmente que la Sede Apostólica esta “vacante” tras la renuncia y les convocó a una primera reunión que se celebrará el 4 de marzo a partir de las 9:30 a.m. en el Aula Nueva del Sínodo.

El portavoz del Vaticano, Federico Lombardi, informó que en esa jornada “no se anunciará” la fecha del cónclave, que según coinciden fuentes vaticanas, comenzará, previsiblemente, el 11 de marzo, y antes de Semana Santa habrá ya nuevo papa.

El Colegio Cardenalicio está compuesto por 207 cardenales, de los que 117 tienen menos de 80 años y el resto supera esa edad.

La normativa vaticana contempla que solo pueden entrar en la Capilla Sixtina, lugar del cónclave, los purpurados con menos de 80 años. Los otros, aunque no puedan votar, si pueden ser elegidos pontífice.

De los 117 electores, dos han anunciado ya que no participarán en el cónclave, uno es el indonesio Julius Riyadi Darmaatmadja, por enfermedad, y otro, el británico Keith O’Brien, ex arzobispo de St. Andrews y Edimburgo acusado de “comportamiento inapropiado” hacia otros religiosos en la década de los años 80.