El Cairo.- Hace mil años, los egipcios usaban unos pequeños faroles para iluminar las calles, que acabaron convirtiéndose en el símbolo de Ramadán y que se siguen empleando para engalanar los barrios en estas fechas: Los llamados "fanus".

En el rincón de un pequeño taller, el artesano egipcio Salama Hanafi no cesa de trabajar junto a su hijo Atef para tener los "fanus" (faroles) y venderlos antes del primer día de Ramadán, que se espera que dé comienzo el próximo sábado 27 de mayo.

Desde la entrada del estudio, situado en la zona de Berket el Fil, en el barrio popular de Al Sayeda Zeinab, y adyacente a una mezquita del siglo XIX, los faroles, de diferentes tamaños, colocados en el suelo y en una sola línea, guían el camino hasta el espacio gris donde Hanafi produce a mano sus coloridas obras.

"Antes, el farol más grande medía 15 centímetros, pero ahora llega incluso a dos y tres metros. Depende de la época", cuenta Hanafi a Efe mientras sujeta un vidrio azul con el que trabaja.

El origen de estos faroles se remonta al califato fatimí, que reinó en el norte de África desde el año 909 al 1.171 d. C., y el que El Cairo se convirtió en su capital a partir de la segunda mitad del siglo X.

Desde entonces, los faroles se han ido convirtiendo en un símbolo del mes sagrado para los musulmanes, en el que tienen prohibido comer, beber y fumar -entre otras acciones- entre el alba y el ocaso, y según afirma el artista, su forma y uso han ido evolucionando con el tiempo.

"En la era de los fatimíes, se usaban más pequeñas, con una puerta que se abría para colocar una vela en su interior", cuenta Hanafi, mientras su colega enseña una de esas reliquias.

Con las manos amarillentas tras pintar las esquinas del cristal con ese color para proteger el objeto de la oxidación, explica que para crear los faroles ha de soldar la hojalata al cristal para ir poco a poco dándole la forma definitiva a la pieza.

En los distintos periodos históricos las modas no solo marcaban los tamaños y las formas de las faroles, sino también sus nombres.

Por ejemplo, relata, "en la época en la que gobernó Egipto el rey Faruq, hicimos faroles plateados a los que llamamos el Príncipe Faruq", mientras que ahora dice, el producto estrella es el "gajo de sandía", denominado así por su forma y el uso de vidrio rojizo.

Por el taller de Hanafi, que ejerce esta profesión desde hace más de cincuenta años, han pasado varias personas para aprender este oficio, y en la actualidad sus antiguos aprendices regentan sus propios estudios.

Los faroles se utilizan ahora para decorar las calles egipcias, los cafés, las casas y, por supuesto, los lugares turísticos, aunque Hanafi refiere que antes los niños solían jugar alrededor de los "fanus" y cantar canciones para dar la bienvenida al mes de ayuno y prosperidad para millones de musulmanes.

A pesar de que la labor de Hanafi se ha visto empañada e incluso amenazada en los últimos años por la afluencia de estos objetos decorativos que empezaron a llegar desde China y la India, él nunca ha pensado en cerrar su negocio.

"Ninguno de los faroles que proceden de China o de la India es el 'fanus' original, pues lo que fabrican son juguetes", asegura este artista del farol que solo vende al por mayor.

Estos "juguetes" de plástico a los que Hanafi hace referencia, inundan estos días las puertas de las tiendas para llamar la atención de los peatones que buscan decorar sus hogares ante la inminente llegada del primer día del ayuno, aunque, según el egipcio, "la venta de esos objetos ya no nos afecta".

"Al pueblo egipcio le gusta cualquier cosa que venga de fuera. Lo prueba, lo usa y luego vuelve de nuevo a lo original", afirma haciendo referencia a que los egipcios han recuperado la tradición de comprar los faroles "de verdad".

Desde este vetusto rincón ubicado en uno de los históricos barrios populares cairotas, Hanafi afirma que continuará su legado junto a su hijo para que las familias egipcias sigan engalanando e iluminando las noches de Ramadán del país. Samar Ezzat e Isaac J. Martín