PINAR DEL RÍO, Cuba.— Las fotos de hace 18 meses de las estribaciones de la loma Castellanos en el occidente de Cuba mostraban la vegetación tupida del lugar y la desolación de sentirse —como quien dice— en el medio de la nada. 

Ahora hay una enorme planta trituradora de minerales con tubos por todos lados, edificios prefabricados con carteles sobre seguridad laboral para crear conciencia sobre el uso de cascos o equipos protectores, mientras se escucha el trajín de una docena de vehículos de carga que mueven tierra. 

El gobierno cubano y un socio europeo destinaron casi 300 millones de dólares en la puesta en marcha de una mina de zinc y plomo que inició el proceso de trituración de material en junio y entrará en operación plena el 3 de octubre próximo. Ésta es una de las inversiones más importantes en el sector, en el occidente de Cuba, una de las regiones económicamente más deprimidas del país. 

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“Este proyecto tiene una proyección bastante más amplia. Estamos en una zona con tradición minera, pero que llevaba muchos años sin esa actividad. Estamos rescatando esa tradición... y estamos fomentando el crecimiento”, dijo a periodistas el español José Vila, gerente general de Emincar, la mixta (51% isleña y 49% de la contraparte foránea) formada por la estatal Geominera y Trafigura, una multinacional europea con sede en Ámsterdam. 

El yacimiento Castellanos se localizó a unos 200 kilómetros al occidente de la capital en un municipio montañoso alejado de los centros urbanos y el cual a lo largo del siglo XX se hizo famoso por las minas de cobre —a varios kilómetros del actual emprendimiento—, que fueron cerradas en 1997. 

La industria minera sufrió un fuerte impacto por la crisis cubana de los años 90 tras la caída de los aliados de Europa del este y la región del municipio Minas de Matahambre --el lugar en el cual se instaló la procesadora-- comenzó a languidecer. 

En los siguientes 20 años, la isla se limitó a la explotación de níquel asociado cobalto —Cuba tiene uno de las reservas más importantes del mundo de este producto— en el oriente del país en coinversión con Canadá. Tampoco cuenta con actividad petrolera y sólo obtiene un tercio del crudo que consume. 

La mina Castellanos, que comenzó en junio el proceso de pruebas y trituración para obtener finalmente concentrados de zinc y plomo para exportar, mostró reservas útiles para 11 años de explotación, aunque otra área conocida como Santa Lucía a pocos kilómetros extendería la operación por otros diez años. 

Dado que es un yacimiento de polimetales se detectó también oro, plata y cobre, pero por ahora, explicó Vila, esas líneas de extracción todavía están en estudio. 

Se estima que la mina Castellanos tiene 11 millones de toneladas de reserva y una vez que arranque en 2018 se espera obtener luego del proceso de trituración unas 220 000 toneladas anuales de concentrados de plomo y zinc. 

La obra incluye la habilitación del cercano puerto de Santa Lucía para un barco especial que llevará el producto hasta la zona de Mariel a 50 kilómetros de La Habana y a donde instaló una zona franca y de desarrollo, y se trasladó toda la actividad exportadora de la nación caribeña. 

La inversión con un monto preciso de 270 millones de dólares que comenzó a ejecutarse en 2015 con el movimiento de tierra de la planta será recuperada en cinco años y Vila aseguró que se está tomando muy en serio la cuestión ambiental para evitar derrames en el proceso industrial como en el transporte del material. 

Trafigura estuvo en el centro de la atención de grupos conservacionistas y de derechos humanos internacionales en varias ocasiones luego de denuncias de vertimiento ilegal de sustancias tóxicas en África a mediados de la década pasada, sobre todo luego de procesamiento de petróleo, una de las ramas a las que se dedicó la firma. 

“No hay riesgos de contaminación”, dijo Vila, quien aseguró que las presas tienen capas aislantes, las aguas se procesan y se minimizaron los riesgos durante el tránsito del mineral.