Si la comida tuviese el tratamiento de altísima importancia en la cadena que va desde la producción al plato de los consumidores, no sería necesario comprar la totalidad de las 11 millones de toneladas que se importaron en el 2015, y el país ahorraría parte de los 5.369 millones de dólares pagados.

La cifra real y total de pérdida y desperdicio de alimentos en Colombia sumó 9,76 millones de toneladas, reportó Simón Gaviria, director del Departamento Nacional de Planeación (DNP).

Del total, el 64 por ciento (6,24 millones) son pérdidas que reportan las etapas de producción, poscosecha, almacenamiento y procesamiento industrial, mientras que el 36 por ciento restante se pierde en distribución, venta y en los hogares, indicó el director de Planeación.

Entre pérdida y desperdicio

Ahora, los mayores desperdicios (que considera la manipulación en los puntos de venta y los hábitos de consumo) se presentan con las frutas y verduras.

Planeación lo considera “grave”, en la medida en que de una oferta de 10,4 millones de toneladas, se pierden o desperdician 6,08 millones.

Una explicación se relaciona con el hecho de que se trata de productos altamente susceptibles a la manipulación (se magullan muy fácilmente) y son de muy corta vida, más cuando se transan en fresco.

En algunos sitios del país se han conocido experiencias de ganaderos y porcicultores que compran ese desperdicio agroindustrial, que someten a un proceso de secado y molienda, para luego darlo de comer a los animales.

En segundo lugar, están las raíces y tubérculos (yuca y papa, por ejemplo), donde el reporte indica que de cada dos kilos que llegan a los hogares, uno va a la basura.

En el eslabón primario, pese a que se reportan pérdidas por el ataque de plagas y enfermedades, los agricultores de la zona Andina han tenido por costumbre, luego de las labores de cosecha, permitir que los vecinos del pueblo entren a los lotes y escarben en el suelo en busca del llamado ‘ripio’ o ‘riche’, para autoconsumo de las familias; otros han encontrado en este tipo de papa pequeña un nuevo mercado y no la regalan.

El tercer grupo de alimentos en el que más se pierde y desperdicia es el de los lácteos; en las cuentas de Planeación, las pérdidas (que considera lo que se bota en las fincas y en el proceso de la agroindustria) suman 10.335 toneladas anuales, mientras que 18.732 es el total del desperdicio en los supermercados y los hogares.

En cuarto está el grupo de los pescados.

“La oferta en Colombia es de 328.660 toneladas, de las cuales 49.797 toneladas van a la basura y de esta cifra, 16.456 toneladas se pierden en las etapas de producción, almacenamiento y procesamiento industrial, mientras que las 33.341 toneladas restante se desperdicia, es decir, va a la basura en las etapas de distribución, mercado minorista y consumo”, dijo el informe de Planeación Nacional.

Vale la pena señalar que en el más grande centro de abastos del país, Corabastos, de las 12.500 toneladas diarias que entran al proceso comercial se pierden entre 4,5 y 5 toneladas.

La cifra varía –regularmente– por las condiciones climáticas. Por ejemplo, se reportó que en estos días de intenso verano, muchas frutas llega deshidratadas; en las épocas de cosecha por mala disposición en camiones sobrecargados; y en los tiempos invernales, por alta humedad.

¿Por qué se pierde?

Además de las cifras de pérdidas y desperdicio, el Dane indicó cuáles son las razones por las cuales esos 9,76 millones de toneladas de comida terminan en la basura.

En el caso de las pérdidas, por la ineficiencia en la cadena de producción, aún falta que muchos agricultores implanten en sus fincas las llamadas ‘buenas prácticas’ que se han diseñado para las etapas de cultivo y cosecha; también la escasa visión de enfoques de manejo preventivo para los ataques de plagas, virus, bacterias y malezas que atacan los cultivos y merman la producción y la productividad; de paso, las cosechas no reúnen las mínimas calidades de la cadena comercial.

Las pérdidas en las etapas de poscosecha, almacenamiento y proceso agroindustrial se presentan por no adoptar las llamadas buenas prácticas de manufactura y sistemas de gestión de calidad e inocuidad, como el sistema de Análisis de Riesgos y Puntos de Control Críticos (HACCP, por su sigla en inglés), entre otras.

Otras causas de estas pérdidas están en los aditivos, empaques, embalajes y materiales en contacto con alimentos. El sistema de mercadeo también es culpable del desperdicio del 36 por ciento de los alimentos.

En muchos, por ejemplo, se descartan productos por contener trazas de tierra, o deformidades que, al parecer, no gustan a los consumidores.

Allí, ya en las góndolas de los supermercados y minoristas, se encontraron varios puntos débiles que inciden en los daños y en el posterior desperdicio de los productos.

Por ejemplo, en la logística de almacenamiento y distribución en las góndolas, el apilamiento sin control hace que los alimentos de la parte inferior se dañen, mientras que la misma manipulación del comprador usuario daña el producto.