Las diferencias sobre la guerra en Siria nuevamente son el centro de la tensión en las relaciones entre Rusia y Estados Unidos, esta vez debido a un presunto ataque químico y al bombardeo realizado por la Casa Blanca en respuesta a este hecho.

Las dos potencias históricamente antagónicas se encuentran enfrentadas por el país árabe que se desangra desde hace siete años en un conflicto civil. Un escenario que recuerda la Guerra Fría y que según expertos podría desencadenar una crisis en la zona. Pero, ¿por qué Washington y Moscú han llevado a punto de quiebre sus relaciones bilaterales por Siria?

Relacionadas

Una de las principales respuestas que se ha entregado a dicha pregunta tiene que ver con la búsqueda de ambas potencias de ampliar sus zonas de influencia y la importancia geopolítica del país en Medio Oriente.

"Siria no es un gran productor de petróleo, pero con fronteras con Irak, Turquía, Jordania, Israel y Líbano, su futuro político puede acabar desestabilizando a la región", explica a Emol el analista internacional de la Universidad Finis Terrae, Alberto Rojas.

Siria, un eje clave

Siria se encuentra sumida en una guerra civil desde marzo de 2011, cuando una serie de revueltas ciudadanas producidas en el marco de la Primavera Árabe fueron brutalmente reprimidas por el régimen del Presidente Bashar al-Assad. Tras ello, se desató un conflicto con características religiosas (chiitas versus sunitas) que enfrenta al Gobierno sirio y a los rebeldes, pero que además suma a grupos radicales islamistas como el Estado Islámico.

Ante el peligro de inestabilidad que trajo a la región la guerra, que hasta 2016 sumaba más de 400.000 víctimas fatales según la última estimación que hizo la ONU -aunque se cree que la cifra es mucho mayor a estas alturas-, el conflicto bélico comenzó a incluir a dos fuerzas lideradas por las dos potencias internacionales.

Rusia ha desarrollado una íntima relación con la familia Al-Assad desde hace décadas. En tiempos de Hafez al-Assad, padre del actual gobernante sirio, el régimen ya era aliado político de la entonces Unión Soviética. "Era un importante comprador de armas soviéticas y que además le facilitó el uso de la base naval de Tartus, en el Mediterráneo. Rusia no tiene salida a este mar, pero sí mantiene barcos de guerra en esa zona y la base naval siria le permite operar con comodidad en el Mediterráneo", describe Rojas. "Si Bashar cae, es muy posible que Rusia pierda el uso de este estratégico enclave", asevera.

Pero además, algunos señalan que la presencia de Rusia también responde a la iniciativa del Presidente Vladimir Putin de mostrar al mundo lo poderoso que puede llegar a ser y de su influencia en la política internacional. Este prestigio es lo que intentaría contrarrestar EE.UU., que cuenta con una alianza con los principales países europeos.

El país norteamericano se sumó al conflicto en 2014, con la aparición del Estado Islámico. Entregó su respaldo y entrenó a las fuerzas opositoras del régimen, pero su presencia en la guerra se considera mucho menor a la rusa: el ex Presidente Barack Obama se limitó a pedir la salida de Al-Assad y Donald Trump, antes del presunto ataque químico, afirmaba que Siria no era prioridad y enfocaba sus energías en bloquear a Irán.

"El punto es que Rusia sí desplegó tropas y aviones de combate de manera más temprana en Siria, y eso ha obligado a EE.UU. a mantener su presencia en el conflicto", sostiene Rojas.

Un conflicto regional

Pero el experto señala que antes que Rusia y EE.UU. entraran en el crudo campo de batalla, la jugada en el país árabe era comandada por países de la zona. "Primero Siria se convirtió en el tablero de ajedrez de los intereses de las potencias regionales y luego las potencias mundiales se involucraron por diferentes motivos", afirma.

Los bloques liderados por Moscú y Washington se hacen cargo también de un enfrentamiento zonal protagonizado por Irán, aliado de Al-Assad, y por Arabia Saudita, que respalda a las milicias rebeldes. "Irán mantiene una larga pugna con Arabia Saudita, ya que después del vacío de poder dejado por los cambios políticos que dejó la Primavera Árabe, ambos han buscado convertirse en la potencia regional dominante", enfatiza el académico. Ambas naciones mantienen una disputa de poder marcada por las diferencias religiosas dentro del Islam, las mismas que también están en el fondo del conflicto sirio. "Irán, que es el corazón del islam chiita, tiene una fuerte relación religiosa con el gobierno de Bashar, que es alauita (…) Y para Arabia Saudita, bastión del islam sunita, la mejor estrategia ha sido respaldar a los rebeldes sirios que buscan derrocar a Al-Assad, que en su mayoría son sunitas".

¿Nueva Guerra Fría?

En medio del incremento del tono en los mensajes entre la Casa Blanca y el Kremlin por los presuntos ataques con tóxicos perpetrados por Al-Assad, Trump llegó a asegurar que las relaciones entre ambas potencias se encuentran "peor" que en la Guerra Fría. Y para muchos tiene sentido, pues comparan el actual escenario con una de las épocas más tensas entre los tradicionales enemigos.

Rojas asegura que empeoramiento del diálogo entre las dos potencias "no es nuevo" y que es la tónica desde hace años. "La relación entre ambas potencias viene deteriorándose desde los gobiernos de George W. Bush y de Barack Obama; sobre todo de este último. En gran medida, porque Putin tiene como objetivo el constante fortalecimiento de Rusia en todos los ámbitos posibles, lo que inevitablemente ha chocado con los intereses de EE.UU. y varios países europeos", describe.

Sin embargo, hace hincapié en que, aunque la escalada de tensiones es evidente, el mundo está lejos de un escenario como el de la Guerra Fría. "En esa época el mundo era testigo de una constante carrera armamentista, una división física e ideológica del mundo, se vivía bajo la amenaza real de una guerra nuclear, etc. Eso no lo estamos viendo en este momento. Y además, en un mundo como el actual, con una economía globalizada y una tecnologización de las comunicaciones tan profunda, resulta muy poco factible volver a un escenario bipolar".