Las medidas de fuerza son no sólo contra generales y soldados, sino contra un grupo amplio en el poder judicial que en ocasiones ha bloqueado a Erdogan, lo cual ha suscitado preocupaciones de que el esfuerzo para derrocarlo empujará a Turquía aún más hacia un régimen autoritario.

La repentina insurrección del viernes por la noche de una facción de militares pareció tomar al gobierno —y a gran parte del mundo— por sorpresa.

Los conspiradores enviaron cazas a atacar instalaciones gubernamentales cruciales y tanques recorrieron las principales ciudades, pero la intentona terminó horas después cuando fuerzas leales al gobierno recuperaron el control de las fuerzas armadas y civiles tomaron las calles en apoyo a Erdogan. Murieron al menos 294 personas y más de 1,400 resultaron heridas, informó el gobierno.

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El domingo, el primer ministro Binali Yildirim dijo que el intento de golpe de Estado había fracasado y la vida regresaba a la normalidad.

"Otra calamidad ha sido frustrada", dijo Yildirim en Ankara después de visitar las instalaciones de la televisora estatal TRT, las cuales habían sido tomadas por soldados que apoyaban el derrocamiento del gobierno. "Sin embargo, nuestra tarea no ha terminado. Realizaremos rápidamente la operación de limpieza para que no puedan mostrar nuevamente la audacia de venir contra la voluntad del pueblo".

Yildirim dijo que los involucrados en el fallido intento de golpe de Estado "recibirán cada castigo que merezcan". Erdogan insinuó que Turquía podría restablecer la pena capital, la cual fue abolida jurídicamente en 2004 como parte del esfuerzo del país para incorporarse a la Unión Europea.

Incluso antes del caótico fin de semana en Turquía, la nación miembro de la Organización del Tratado del Atlántico Norte y aliado crucial de Occidente en el combate al grupo extremista Estado Islámico había sido duramente afectada por una agitación política que los críticos atribuyeron al régimen cada vez más opresivo de Erdogan. Él ha restructurado el gobierno, ha utilizado mano dura contra la disidencia, ha restringido a los medios de comunicación y reanudó la lucha contra los rebeldes curdos.

En declaraciones ante una multitud de partidarios frente a su residencia en Estambul el domingo en la tarde, Erdogan respondió a cánticos frecuentes que decían "¡queremos la pena de muerte!", con las palabras: "Escuchamos su solicitud. En una democracia, lo que el pueblo quiera es lo que recibirá".

Apesadumbrados familiares en Ankara y Estambul sepultaron a quienes murieron en el intento de golpe de Estado, y a mediodía del domingo se leyeron simultáneamente oraciones por los fallecidos en las 85.000 mezquitas de Turquía. Erdogan asistió al funeral de su director de campaña Erol Olcak y del hijo de 16 años de éste, Abdullah Tayyip Olcak. El presidente lloró y se comprometió a seguir haciendo que el país avance en "unidad y solidaridad".

El anuncio del gobierno de que habían sido detenidas 6,000 personas —incluidos tres generales de alto rango y cientos de soldados— deja entrever una conspiración amplia. Algunos observadores dijeron que la dimensión de las medidas de fuerza, especialmente contra el poder judicial, indica que el gobierno está aprovechando la oportunidad para consolidar más el poder de Erdogan.

"Las facciones dentro de las fuerzas armadas opuestas a Erdogan que hicieron esto simplemente le dieron carta blanca para no sólo tomar medidas severas contra militares, sino contra el poder judicial", dijo Aykan Erdemir, un exlegislador del principal partido de oposición y ahora un miembro de la Fundación por la Defensa de Democracias, con sede en Estados Unidos. "Los conspiradores del golpe de Estado no pudieron haber ayudado más a Erdogan".