Parece que vamos directo a la desaparición. Y no, no será por algún asteroide como se ha conjeturado sobre los dinosaurios, sino porque los seres humanos han sido bien efectivos en destruir, poco a poco, múltiples hábitats.

Según se ha reseñado en varias ocasiones, y más recientemente en Livescience, la Tierra podría estar en la primera etapa de una sexta extinción masiva, una idea que se ha presentado con mucho drama en el cine.

Una tercera parte de todos los vertebrados están amenazados o en peligro de extinción. Según investigadores, animales de gran tamaño como elefantes, rinocerontes y osos polares están en mayor riesgo porque tienden a tener poca descendencia y, por lo tanto, una baja población.

Perder especies de animales grandes puede tener, de acuerdo con los científicos, efectos inesperados. Con la “defaunación” (reducción o desaparición de la fauna) se deterioran  los ecosistemas y, en general, el bienestar humano.

En un estudio citado por Livescience se explica que investigadores aislaron espacios de tierra para que no pudieran ser visitados por animales grandes como zebras, elefantes y jirafas y, como resultado, los arbustos y el pasto crecieron tanto que el suelo se volvió menos compacto. En un ambiente así, la población de roedores se duplicó.

De acuerdo con el biólogo Rodolfo Dirzo, una gran población de roedores aumenta la posibilidad de enfermedades que se transmiten al ser humano.

En los últimos 50 años, la población humana se duplicó, pero el número de invertebrados se redujo en un 45 por ciento.

Stuart Pimm, un ecologista citado en Science, afirmó que sin actividad humana desaparecería una especie de ave cada mil años. En el presente, por lo menos 150 han desaperecido en los últimos 500 años.

¿Qué se puede hacer? Lo lógico es proteger la diversidad de hábitats, crear programas de conservación de las especies en peligro (como la cotorra puertorriqueña) y dejar de pensar que el calentamiento global es un cuento chino.