El presidente Nicolás Maduro ha perdido apoyo entre las legiones de venezolanos pobres que otrora apoyaron al fallecido Hugo Chávez, pero en su mayoría demuestran poco interés en sumarse a las manifestaciones opositoras que sacudieron al país en las últimas tres semanas.

Muchos de los habitantes de las enormes barriadas de las afueras de Caracas y otras grandes ciudades de Venezuela sienten rábia por el colapso de la economía y la escasez de alimentos. Pero la agitación política en el país sigue restringido a los enclaves de clase media.

"Yo lo que tengo es hambre, así que no me importa si la gente protesta o no", dice el albañil Alfonzo Molero en una villa de Maracaibo, la segunda ciudad del país. "¿Con qué fuerzas voy a protestar si tengo el estómago vacío desde hace dos días?"

Según los analistas, mientras no haya un levantamiento de los barrios pobres, Maduro probablemente siga en el poder. "Los sectores pobres no están canalizando su descontento a través de la oposición", dice Alejandro Velasco, profesor de Historia de la Universidad de Nueva York y autor de un libro sobre las villas.

Muchos habitantes de las villas de Venezuela no parecen demasiado al tanto de las protestas y dicen estar muy ocupados tratando de sobrevivir como para preocuparse de tumbar al gobierno.

Más de cuatro de cada cinco venezolanos dicen no ganar lo suficiente para cubrir sus necesidades básicas, y tres de cada cuatro expresan haber perdido un promedio de 10 kilos de peso durante el año pasado, según la encuesta Encovi realizada por las tres principales universidades.

El férreo control del gobierno sobre los grandes medios hace que muchos venezolanos pobres que no tienen smartphones o acceso a Internet no se enteren del lugar y el horario de las convocatorias opositoras. El inmenso aparato de propaganda estatal da pocos detalles de las protestas y describe a los manifestantes, mayormente pacíficos, como "terroristas" tirabombas, desalentando así a los pobres a sumarse.

Algunos dicen que reciben intimidaciones de milicias armadas a favor del gobierno que rastrillan las villas en busca de disidentes. Otros comentan temer perder las magras entregas de alimentos que sigue haciendo un gobierno acuciado por la falta de fondos.

La semana pasada, cuando funcionarios del gobierno visitaron una de las villas más grandes del país en la localidad de San Félix, en el este de Venezuela, para relevar a quienes cumplían los requisitos para acceder a los bolsones de alimentos subsidiados, hasta los más radicalizados opositores de Maduro se pusieron tímidamente en fila, según cuenta el sacerdote local, Carlos Ruiz. "Nos guardamos la protesta adentro por temor a perder el bolsón de comida", dice Luisa Gutiérrez, madre soltera de tres hijos y vecina de San Félix.

Según la encuestadora Delphos, casi dos tercios de los venezolanos pobres quieren que Maduro se vaya, mientras que a principios de 2013, cuando asumió el gobierno, ese número era del 40%. Las clases bajas también han sido importantes para que la alianza opositora alcanzara el récord de dos tercios de mayoría parlamentaria tras la última contienda electoral, en diciembre de 2015. Las encuestas muestran que si se realizaran elecciones este año, los pobres le darían una paliza al gobierno.

Pero ese creciente desencanto no se ha traducido en protestas organizadas, según el encuestador Luis Vicente León, que agrega que en parte se debe a la propia oposición, cuyos líderes, mayoritariamente de clase alta, siempre han ignorado a los pobres de las barriadas. Pero en los últimos dos años, una nueva generación de jóvenes líderes opositores viene intentando sentar una base de apoyo popular en las villas, sin hacer caso del desdén de los pobres hacia la oposición ni de los peligros de las milicias del gobierno y de las tropas de la guardia nacional que a veces los atacan cuando entran en los barrios de clase trabajadora.

La semana pasada, los seguidores del gobierno incluso interrumpieron por la fuerza una ceremonia religiosa de Pascua en una iglesia de un barrio obrero del centro de Caracas, para intentar darle una golpiza al líder opositor Antonio Ecarri.

El discurso convocante de la oposición gira en torno de los derechos civiles, como la liberación de los presos políticos o la celebración de elecciones adelantadas, pero no dice tanto sobre los problemas básicos de los pobres, como la escasez y el precio de los alimentos.

"Nosotros, los políticos y activistas, no nos estamos poniendo en la cabeza de esta gente", dice Jhovani Landaeta, militante opositor en Valles del Tuy, una región pobre de las afueras de Caracas. "Esta gente está aislada del debate nacional."

Sin el apoyo de las barriadas, muchos militantes opositores temen que las actuales protestas terminen como la anterior ola de agitación de 2014, sin lograr el menor cambio político. El fracaso de aquellas protestas dejó desmoralizada y fragmentada a la oposición durante estos años.

"Para que las masas salgan a la calle tienen que sentir que están en un punto de no retorno", dice Félix Seijas padre, directo de la encuestadora Delphos. "Todavía no hemos llegado a ese punto".