La vida ha cambiado para algunos habitantes de Juchitán, en el estado de Oaxaca: luego de que las autoridades reportaran que un tercio de las casas eran inhabitables y del temor generado por las réplicas del terremoto que sacudió a México el jueves pasado, parte de la población se ha mudado a las calles. 

Hasta ahora se ha reportado que el sismo de 8.1 grados dejó 90 fallecidos. En este estado del sur, el más afectado del país, la cifra asciende a 71, según informó el gobernador Alejandro Murat el domingo. Otras 19 personas murieron en los estados de Tabasco y Chiapas. 

Según autoridades de Oaxaca y Chiapas, cientos de casas y escuelas resultaron dañadas o destruidas. Además, cientos de miles de personas reportaron falta de agua. 

Muchos siguen durmiendo en las calles, temerosos de que más estructuras se colapsen debido a las réplicas. Una de ellas, de 5,2 grados, se sintió el domingo temprano. 

Algunos juchitecos se hicieron camino entre los escombros para asistir a una misa al aire libre debido a que muchas de las iglesias están dañadas o se prefirió dejarlas vacías hasta que fueran revisadas. 

A lo largo de una calle cuyas casas fueron arrasadas por el sismo, el reverendo Ranulfo Pacheco ofreció una homilía para más de 20 personas que se reunieron a las afueras de su iglesia. Dijo que muchos estaban temerosos de entrar. 

“Entra uno con temor, con un pie listo en caso de que se diera alguna señal de que viene otro movimiento y sigue moviéndose”, dijo. 

De acuerdo con las autoridades locales, hasta ahora se han registrado 800 réplicas de distintas magnitudes desde el terremoto del jueves. El Servicio Geológico de Estados Unidos (USGS, por sus siglas en inglés) registró casi 60 con una magnitud mínima de 4.5 grados. 

Equipos de soldados y policías federales armados con palas y martillos se desplegaron por los vecindarios para ayudar en la demolición de los edificios dañados. Camiones con volquetes ocuparon algunas calles estrechas mientras comenzaban a retirar toneladas de escombros. 

Los soldados también comenzaron a distribuir cajas con comida, aunque muchos residentes de esta ciudad de la región de Istmo, en el estado de Oaxaca, se quejaron por la lentitud de las operaciones y por no haber recibido ayuda todavía. 

La ayuda tardó en llegar a Unión Hidalgo, un pueblo de unas 20,000 personas ubicado a unos 30 minutos al este. Había hogares colapsados, faltaba electricidad, agua y servicio de celular. 

Delia Cruz Valencia estaba detenida en una calle llena de charcos, viendo lo que quedaba de la casa de su hermana, que había llevado a su madre al médico a las afueras de la ciudad antes de que ocurriera el sismo y aún no había podido regresar. 

Cruz dijo que estaba en la casa vecina con sus dos hijos cuando inició el temblor la noche del jueves. “Nos abrazamos los tres pero aun abrazados nos movía, nos aventaba para acá para allá”, dijo. 

Cuando salió a la calle vio una nube de polvo encima de la casa que su hermana compartía con tu madre. Su bisabuelo la construyó un siglo atrás. 

“Si mi hermana estuviera allí no la hubiera encontrado con vida”, dijo reprimiendo las lágrimas. 

En Juchitán, el hospital general seguía reubicado en su sede temporal: el gimnasio de una escuela. El movimiento telúrico destrozó el hospital, por lo que el recinto albergaba una mezcla de pacientes que ya estaban ingresados antes del temblor y otros heridos en él. 

María Teresa Sales Álvarez describió una situación de "caos" cuando el terremoto sacudió el hospital, un edificio de una sola plata, pero el personal trasladó a los pacientes al exterior y envió a la mayoría de los que requerían cuidados especiales a otros centros médicos. 

Selma Santiago Jiménez espantaba con la mano las moscas que rodeaban a su marido y le limpiaba la frente mientras esperaba a ser trasladado para una operación. Sufrió heridas en un accidente de motocicleta antes del sismo. En el hospital, las ventanas se rompieron y las puertas se cayeron, pero el personal acudió pronto en ayuda de su esposo, agregó.