Morteza y sus padres llegaron a Austria a fines de 2015 como refugiados y se instalaron en Viena.

El niño de 13 años comenzó a asistir al colegio y a participar de las actividades escolares.

Fue precisamente en un paseo junto a sus compañeros cuando Morteza sufrió un accidente que lo dejó en estado grave. 

Todo ocurrió durante el pasado verano europeo, cuando el niño repentinamente desapareció en el lago Neufelder. 

Los buzos lo buscaron por varios minutos, hasta que lo hallaron en lo más profundo de las aguas.

El cuerpo de Morteza fue recuperado y trasladado vía aérea hasta el hospital Donau de Viena, donde fue ingresado a la unidad de cuidados intensivos pediátricos. 

Allí los médicos pudieron resucitarlo, en lo que consideran fue un verdadero milagro.

 "Ninguno de nosotros puede creer que este niño estuvo 41 minutos bajo el agua, pero todos los protocolos y testigos lo afirman", comentó Alexander Rokitansky, jefe de cirugía pediátrica del hospital Donau, al medio The Local. 

Por su parte, Christian Scheibenpflug, médico jefe de la unidad de cuidados intensivos pediátricos, explicó que Morteza fue puesto en coma inducido, pero antes bajaron la temperatura de su cuerpo a 33 grados Celsius. 

El niño permaneció así durante una semana y luego comenzaron a despertarlo de forma gradual. Estuvo cinco semanas más en cuidados intensivos, tras lo cual lo trasladaron a una sala normal. Siete días después, Morteza fue llevado a otro hospital para su rehabilitación neurológica. 

Actualmente, el niño está casi completamente recuperado, tanto en lo que se refiere a sus habilidades cognitivas, como a las motoras. 

Los especialistas creen que el agua fría en la que cayó, jugó un papel fundamental. "Fue beneficioso para el niño que el lago Neufelder tuviera agua fría", aseguró Alexander Rokitansky, quien explicó que las bajas temperaturas ralentizan las funciones vitales del organismo, lo que beneficia a quienes se ven privados de oxígeno por un largo período de tiempo, como fue el caso de Morteza.