Tan pronto el cuerpo de Carmen Paredes Cintrón fue llevado a la sepultura ayer, las autoridades ocuparon la mesa y la silla en las que fue encontrada la mujer sentada, con las piernas cruzadas y las manos sobre el periódico que supuestamente leía cuando fue ultimada de múltiples balazos, supo Primera Hora.

A la escena llegó el fiscal general, Obdulio Meléndez, junto con personal del Instituto de Ciencias Forenses (ICF) para recobrar ambas piezas de evidencia, como parte de la investigación que busca atrapar a quien le quitó la vida a la que era esposa de Pablo Casellas Toro, hijo del juez federal Salvador Casellas. La mesa y la silla se encontraban en el área de la piscina de la residencia de la urbanización Tierralta III, en Guaynabo, donde Paredes fue atacada a tiros el pasado sábado en la mañana.

“Vinimos específicamente a buscar una propiedad. No es que esto se está otra vez analizando ni recreando escena, ni que se quedó algo sin hacer. Para que no empiecen las especulaciones (de que se dejó de hacer algo). Según va la investigación avanzando, surge que hay que ocupar una propiedad que sencillamente en aquel momento no había por qué ocuparla y ahora se decidió que valía la pena ocupar”, se limitó a decir Meléndez al frente de la residencia.

Aún no se ha establecido un móvil ni se ha anunciado un sospechoso del crimen de la ejecutiva de 48 años, cuyos restos fueron sepultados, tras una lluvia torrencial, poco antes de las 5:00 de la tarde, en una emotiva ceremonia privada en el cementerio católico La Piedad, en Cupey.

Tanto el entierro como la misa al mediodía en la parroquia San Juan Evangelista, en la urbanización Torrimar, en Guaynabo, fueron vedados a la prensa.

El duelo lo despidió el sacerdote Marco Rivera, de la Parroquia Francisco Javier, quien instó a mantener la fe, a preservar la unidad y a luchar por un mejor Puerto Rico.

Sólo un puñado de parientes y conocidos de las familias Paredes y Casellas, así como algunos abogados y compañeros del juez federal asistieron al sepelio.

Al culminar la reflexión del sacerdote, Joseph Paredes Cintrón, hermano de la difunta, se dirigió brevemente a los presentes y elogió a su hermana como madre responsable, noble y persona jovial.

Después, el viudo leyó una breve oración y una mujer cantó a capela el himno religioso Valle de Paz. Entonces, las familias se acercaron más al féretro y rezaron el padrenuestro.

Inmersa en su dolor, doña Aracelys sacó fuerzas para dirigirse a los presentes y agradecer todas las expresiones de apoyo y condolencias.

Cuando finalmente amainó la lluvia, el féretro, cubierto con un manto tejido y adornado con un enorme arreglo de rosas blancas, fue llevado al panteón.

En ese momento, una anciana comentó llorosa que, “cuando muere un ángel, el cielo llora”, al referirse a la lluvia que predominó en el camposanto. Poco después, sólo los familiares más allegados acompañaron al sacerdote hasta el panteón, donde se produjo el enterramiento.

Durante la misa, las dos hijas adolescentes del matrimonio participaron en las lecturas bíblicas, mientras doña Aracelys lució devastada.

Brenda Pérez, vecina de doña Aracelys, dijo que ésta estaba tan afligida “como si una espada le hubiera atravesado el corazón”. Otra mujer, María Luisa Barceló, dijo que “Carmen era muy dulce y emprendedora. Es una gran pérdida”.

“Yo lloré muchísimo y soy bien duro para llorar. Fue demasiado emotivo”, dijo Freddie Ortiz cuando salía del cementerio.