La jueza Sylvia Díaz Solla, del Tribunal de Bayamón, determinó esta noche causa para juicio contra Christopher Sánchez Asencio y José Luis Bosch Mulero, imputados por asesinar a una familia en Guaynabo en noviembre pasado.

Al filo de las 8:30 p.m., ambos imputados se pusieron de pie para escuchar a la togada encontrar causa en los cargos de asesinato, tentativa de asesinato, conspiración, destrucción de pruebas, agresión, robo, secuestro agravado y violaciones a la Ley de Armas que pesan en su contra.

Los cargos de asesinatos corresponden a las muertes de Miguel Ortiz Díaz; su esposa, Carmita Uceda Ciriaco; su hijo, Michael Ortiz Uceda y su suegra, Clementina Ciriaco López, ultimados a tiros en hechos ocurridos entre el 17 y 18 de noviembre pasado. Mientras, el cargo de tentativa de asesinato corresponde a la agresión contra un menor de 13 años, único sobreviviente del horrendo crimen.

Relacionadas

Cada acusado enfrentaba 20 denuncias, pero Díaz Solla no encontró causa para juicio contra Bosch Mulero en tres violaciones a la Ley de Armas. Tampoco encontró causa para juicio en contra de Sánchez Asencio por una violación a la Ley de Armas.

La jueza fijó la lectura de acusación para el 5 de febrero y programó el inicio del juicio para el 2 de marzo.

Los fiscales Janet Parra Mercado, Miguel Alameda Ramírez y María de Mar Ortiz Rivera reaccionaron complacidos con la determinación de causa para juicio y recordaron que por los delitos imputados ambos coacusados se exponen a 400 años de cárcel, de ser encontrados culpables.

Los licenciados Mayra López Mulero y Orlando Cameron Gordon, por su parte, se mantuvieron en su planteamiento de pedir que las causas se separen a nivel de juicio, debido al dilema de las defensas entradas.

Previo a la determinación de causa para juicio, el agente investigador Daniel Pagán, de la División de Homicidios, declaró que tomó una confesión Bosch Mulero la tarde del 18 de noviembre de 2014 en la Comandancia de la Policía.

En esa admisión, el hombre aceptó que la noche del 17 de noviembre llegó armado a la residencia de la familia Ortiz Uceda, en la urbanización Parque de Los Frailes, en Guaynabo. Arribó junto a Sánchez Asencio quien llegó a pagar el alquiler de residencia que rentaba a esa familia y con quien se mantuvo en contacto, a través de mensajes de texto.

"Cuando entra don Miguel, Bosch Mulero va en dirección a la señora y escucha una detonación. Cuando observa hacia el área de la sala puede observar en el área de la pared un 'splash' de sangre", apuntó el testigo sobre la confesión del hombre de 26 años.

A preguntas de la fiscal Parra Mercado, el agente apuntó que Bosch Mulero le indicó que en un momento cargaba propiedad hacia a la guagua, y al regresar observó a los dos menores y a las dos mujeres de rodillas en el área de sala.

"Ahí escuchó dos detonaciones", indicó el testigo.

El único sobreviviente de la masacre, sin embargo, señaló que Bosch Mulero estaba en la sala apuntando un arma cuando dispararon contra su mamá y su abuela.

Como parte de su versión, Bosch Mulero indicó al agente Pagán que el otro imputado disparó contra el adolescente, pero aceptó que tomó la caja de grabación de las cámaras de seguridad de la casa para luego lanzarla contra el suelo y botarla en un zafacón del restaurante Burger King en Lomas Verdes.

También aceptó que tomó propiedad de la familia asesinada y que lanzó por una alcantarilla unos guantes, tres teléfonos celulares y un "beeper" de un portón.

Además, reconoció que quitó la tablilla de la Toyota 4-Runner, antes de entrar a la urbanización Parque de Los Frailes, para volver a colarcarla al salir del lugar y que trató de "partirle" el cuello al menor sobreviviente.

Previo al testimonio del agente Pagán, testificó el agente Héctor Hernández, quien diligenció la orden de registro y allanamiento a un vehículo que se encontraba en la casa de Sánchez Asencio, de 27 años, y que se presumen le pertenece.

A preguntas del fiscal Miguel Alameda Ramírez, el agente de la División de Homicidios de la Policía explicó que la noche del 18 de noviembre de 2014 llegó a una casa en la urbanización Versalles a diligenciar una orden de registro y allanamiento contra un vehículo Lexus negro de cuatro puertas del 2008.

Sánchez Asencio, quien también confesó que disparó la pistola que mató a los cuatro miembros de la familia, y su mamá Alexandra Asencio alquilaban una residencia propiedad de la familia Ortiz Uceda.

Apuntó que como parte del registro se utilizó al can Raven, adiestrado para identificar armas y drogas.

Narró también que el perro se paró frente a la puerta del lado del conductor y frente a la puerta trasera del lado pasajero, dos lugares donde posteriormente el agente ocupó armas.

Hernández señaló que durante el registro ocupó en el bolsillo de la puerta del pasajero un magacín (cargador) vacío y en el asiento trasero del pasajero ocupó una caja de madera con controles para juegos, dos consolas de XBOX, dos computados portátiles (una Mac y otra Sony) y una mochila negra y azul.

En el bolsillo de la mochila, según el agente, descubrió una pistola Kimber calibre 45 y un magacín negro sin municiones y dentro de la mochila apareció una pistola Intratec calibre 9 milímetros negra con una bala en la recámara y 12 balas en el cargador.

En su turno, la licenciada Mayra López Mulero dirigió sus cañones a tratar de establecer que el hombre de 26 años no utilizó el arma que portaba durante el asalto que desembocó en la muerte de una familia en Guaynabo.

Siguió entonces una línea de preguntas para resaltar que la pistola negra no había sido disparada en una estrategia para desvincular a su representado de los asesinatos.

En su testimonio el único sobreviviente de la tragedia declaró que observó a Bosch Mulero apuntado una pistola negra.

Los cargos de violaciones a la Ley de Armas contra Bosch Mulero no prosperaron porque no surgió prueba de su participación directa en el manejo del arma de fuego utilizada para ultimar a Ortiz Díaz y a su hijo de 15 años. Tampoco se demostró que ese acusado utilizara un arma blanca para atacar al menor de 13 años, único sobreviviente del crimen.