“La hemorragia de casos de abusos sexuales por parte de religiosos debe ser una alerta para que los feligreses sean más cuidadosos y dejen de refugiarse irresponsablemente en la ingenuidad”.

Así reaccionó el sociólogo José Luis Méndez, al conocer sobre el último de estos casos que vuelve a trastocar los círculos religiosos del País. Se trata del predicador evangélico Leo de la Rosa Merán, quien aceptó culpabilidad y fue sentenciado a nivel federal a 10 años de cárcel y 15 en probatoria por coaccionar a una menor de 17 años a tener relaciones sexuales y pedirle fotos donde apareciera desnuda. Al líder del Ministerio Sanidad Completa, en Río Piedras, también se le prohibió predicar durante el tiempo que dura su condena.

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“Me parece que lo importante para destacar detrás de todo esta situación es que la gente debe perder la ingenuidad frente a la religión. Vivimos en una cultura donde las personas pierden la fe en las instituciones de naturaleza política y civil y se aferran a la religión de una manera irracional y eso ya no es excusable. Sobre todo para los padres que entregan a ojos cerrados a sus hijos a estos ministros, pastores o curas”, agregó el Catedrático de la Universidad de Puerto Rico en Río Piedras.

Según el experto en conducta social, muchos feligreses “santifican” a sus líderes religiosos y se olvidan que estas personas son seres humanos con virtudes, pero también con defectos.

“Hemos llegado a la inocencia criminal... el sentido común tras la cantidad de casos que han ocurrido indica que hay que ser cuidadosos y no se puede endiosar a ninguna de estas personas y evitar las confianzas excesivas”, detalló.

Méndez manifestó que “lo peor del escenario” es que en muchas de las ocasiones los religiosos pedófilos asumieron posiciones contradictorias en el templo y en sus prédicas, oponiéndose a proyectos políticos que buscan equidad en la sociedad.

“Extrema hipocresía, para ser claros”, agregó al sugerir que los asistentes a las iglesias deben asumir “una actitud fiscalizadora” cuando se susciten casos como el de De la Rosa Merán, en lugar de establecer mecanismos de defensa.