Aida de los Santos Pineda se mantuvo sin expresión, con la vista en el piso, cuando ayer, luego de cinco días de testimonios, se le encontró causa para juicio por asesinato en primer grado y violación a la Ley de Armas.

El tercer cargo que se le imputaba, destrucción de la evidencia, se cayó, y la fiscal Elba Acevedo confirmó que no irá en alzada.

La lectura de acusación se fijó para el 13 de noviembre y el juicio para el 7 de diciembre.

Horas antes de que la jueza Elizabeth Linares decidiera, reinaba la tensión en su sala y las pasiones estaban a flor de piel.

Las explicaciones del patólogo forense Carlos Chávez sobre el daño que sufrió Georgina Ortiz Ortiz el 17 de agosto, cuando la mataron, provocó que algunos de sus familiares salieran del lugar.

Según el experto, Ortiz murió cerca de la 1:00 de la tarde de una combinación de asfixia por estrangulación y herida de arma blanca. Ambas cosas ocurrieron simultáneamente, de acuerdo con las heridas y marcas en el cuerpo de la víctima.

Desde que comenzó el ataque en su contra hasta que murió, pasaron cerca de 15 minutos aproximadamente, indicó Chávez.

Por sus heridas en ambas rodillas también se deduce que, al intentar estrangularla con las manos, una a cada lado de la base del cuello, y desde atrás, Ortiz cayó arrodillada. Otra persona le habría infligido la herida cortante, que Chávez describió como de cinco pulgadas de largo y de diferentes profundidades, y que, no obstante, le llegó a cortar piel, músculos y cartílagos del cuello hasta llegar a la laringe y la tiroides.

Previo a Chávez testificó Rubén Díaz de León, profesor de análisis e interpretación de huellas dactilares, quien, para la fecha del crimen, era jefe de la división que se especializa en huellas dactilares de la Policía.

El hombre dijo que pidió el cuchillo con el que supuestamente se cometió el homicidio para poderlo evaluar directamente y confirmó que la huella dactilar en la pieza era de De los Santos.

También aseguró que la marca quedó impresa allí porque De los Santos debía tener sangre en sus manos “del momento de la consumación del hecho delictivo”, y no posterior.

Descartó que esa huella hubiese estado desde antes en el cuchillo y que, al estar en contacto con la sangre, se hubiese hecho visible, lo que era una de las teorías de la defensa.

Díaz reveló además que el cuchillo estuvo en manos del FBI, aunque no detalló por qué. Una vez los federales lo devolvieron, el fiscal general Obdulio Meléndez fue a su oficina y le pidió personalmente que analizara la evidencia.

Los familiares de Ortiz, entre los que se encontraba su hijo José Palau Ortiz, no hicieron expresiones al conocer la determinación. Solo una sobrina de la víctima hizo una señal de aprobación con su pulgar hacia arriba.

La fiscal Acevedo dijo estar satisfecha, mientras que los abogados Aarón Fernández y Lucille Borges señalaron que, en un juicio, la prueba en contra de la mucama no se va a sostener más allá de duda razonable. Ambos abogados indicaron que estar presente en el lugar de un crimen no era suficiente para probar el asesinato.

Mientras, el cónsul dominicano Máximo Taveras aseguró que seguía creyendo en la inocencia de la ahora acusada.