El espeluznante robo a mano armada ocurrido el sábado en Las Piedras, en el que un comerciante fue asesinado y su esposa permanece recluida herida de bala, podría ser reflejo de una realidad que -en ciertas zonas del país- pocos podrán escapar.

Las cifras, sin embargo, son alarmantes en algunas áreas como San Juan, Bayamón y Carolina, que fueron las zonas con mayor incidencia, mientras que hubo una mejoría en Mayagüez y Guayama. 

De todos modos, el asunto no deja de preocupar a los dueños de negocios que, sin muchos recursos disponibles para un gran despliegue de medidas de seguridad, se las tienen que ingeniar para tratar de no ser una víctima más de un asalto.

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En el caso de Desirée Rodríguez y Salvador Pérez, dueños de Necromancy Cosmética, cerca del Paseo de Diego en Río Piedras, donde venden productos de maquillaje creados por ellos artesanalmente, la clave ha sido mantenerse en constante comunicación con sus vecinos.

“Si vemos algo extraño nos llamamos: ‘mira, ten cuidado, hay alguien por ahí que se ve sospechoso’. Más que contratar vigilancia estamos todos bien pendientes siempre”, relató Desirée.

El dueño de Tattoo Puerto Rico, Pedro Moreno Ayala, está muy cerca del establecimiento de Desirée y coincide en que han hecho arreglos para tratar de coordinar la hora de salida.

“Siempre estoy comunicándome con los otros comerciantes. Si me dicen que tal día cierran hasta tarde, me quedo. Si no, cierro tempranito”, indicó.

 Ambos negocios tienen control de entrada mediante timbre y en ocasiones, simplemente, no abren si no les da buena espina la persona que ven en la puerta.

Además, prefieren métodos de pago que no requieran efectivo para no tenerlo en las tiendas.

La cercanía de un cuartel de la Policía les da cierto alivio, aunque han tenido distintas experiencias a la hora en que cada uno ha llamado: a veces acuden, otras no.

Por su parte, Dora Tamayo, quien junto a su esposo Carlos Estrada son dueños de la tienda Antonella Fajas Colombianas -también en el Paseo de Diego- lamentó que haya disminuido la vigilancia oficial en Río Piedras.

Incluso, Dora dijo sentirse frustrada por la poca cooperación que ha encontrado. El mismo sábado que se reportó el robo a mano armada en Las Piedras ella misma persiguió a un hombre que quiso huir con una bolsa repleta de artículos robados. Y no era la primera vez.

“Yo lo hago, no por los 30 o 20 pesos, que es el valor de la mercancía, sino realmente por el coraje que me da de ver que aquí no hay solidaridad... Los policías me han visto y yo creo que ya hasta tendré fama porque yo los persigo”, relató.

Su esposo dice que es una reacción bien peligrosa de parte de ella y teme que algún día le pase algo.

“Uno que cogió, hasta le dijo que tenía sida... entonces si el policía hace su labor luego el sistema judicial desmotiva a todo el mundo. Una vez estuvimos en la fiscalía hasta 12:30 de la noche con los niños, por el proceso de la declaración. Después es ir ahí (al tribunal). Ya van siete veces (para un caso)”, expresó Carlos.

Aunque en un momento la pareja contrató a un oficial que en sus horas libres prestaba vigilancia, luego se les hizo muy cuesta arriba pagarle. Por eso, las cámaras de seguridad son la opción que más resultado les ha dado, y además, luego les sirve de evidencia, explicó Carlos.

Para Héctor Torres, quien desde hace 14 años tiene un pequeño negocio cerca de la Plaza del Mercado de Río Piedras en el que vende pizza y dulces, llamado Baby Snacks, la situación fue peor cuando aumentó el robo de cobre en el país. En ese momento, le robaron dos acondicionadores de aire.

Su solución fue poner rejas para evitar que rateros los vuelvan a sacar.

“Y tuve que comprar seguro, por si acaso. Así, si pasa algo, que pague el seguro. Eso es parte de…”, indicó.