Aguadilla. “Hubiera sido mejor que muriera en combate, no así”.

Carlos Alberto Lazaney Rodríguez tenía planes de regresar a Puerto Rico una vez terminara su servicio militar en diciembre próximo para disfrutar de un retiro digno a los 38 años de edad. Aunque murió cumpliendo su deber en Fort Hood, Texas, donde estaba destacado como guardia de seguridad, para su primo Jorge Carlos Lazaney morir en medio de una balacera provocada por otro militar puertorriqueño en tratamiento psicológico no era el final que merecía.

Jorge Carlos, quien es producto de una familia de tradición militar, con cinco miembros activos, no puede tener animosidad en contra de la memoria de Iván López, el militar que disparó a mansalva el miércoles pasado en Fort Hood, dejando a 16 heridos y tres personas muertas, entre ellos a su primo Carlos Alberto.

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“Buscando información supe que una de las drogas que le administraban a él (a López) como antidepresivos tiene efectos secundarios tales como suicidio y asesinato. Es como si lo dejara zombie, hipnotizado”, manifestó Jorge Carlos, quien dice creer en teorías de conspiración y no duda que haya “algo más detrás de todo esto”. Por esto, no descarta solicitar que se investigue a fondo el manejo y tratamiento de López en su condición postraumática como veterano.

Entretanto, dice que prefiere recordar a su primo como el joven que creció en la urbanización Villa Alegría en Aguadilla, que se fue con un sueño militar a temprana edad. Después de 20 años de carrera, se suponía que se dedicara a cuidar a sus padres, tal y como lo expresó en más de una ocasión.

“Es trágico y doloroso. Fue el mejor primo que he tenido. Era amoroso, bueno, simple, servicial... Si le tocaba morir, no merecía morir así. En una batalla hubiera sido más aceptable. No así, por manos de otro militar y aloca’o”, expresó.

Para las tías maternas, Bernardina y Teresa Rodríguez, Carlos Alberto cumplió su promesa de servir a la milicia, aunque lamentaron que por cosas del destino no pudo disfrutar de su retiro.

“Estaba contento porque tenía sus planes futuros, con sus beneficios. Lamentablemente sucedió esto. Quería comprarse una casa. Siempre anheló vivir en Puerto Rico junto a sus padres, porque ya están viejitos. Siempre le decía (a su mamá María de los Ángeles) ‘vieja, cuando yo me retire a ti no te va a faltar nada’. Era un buen muchacho. Se dejaba querer”, recordó con nostalgia su tía Teresa, quien no descartó aceptar la ayuda del alcalde de Aguadilla, Carlos Méndez, para poder viajar y encontrarse con su hermana para darle apoyo en este difícil momento.

La familia cercana del sargento fallecido se reunió finalmente ayer en Miami. El encuentro entre los padres Eduardo y María de los Ángeles y los hermanos Maribel (la mayor), Eduardo (también militar) y Norilda (la más pequeña de las hermanas), se dio dolorosamente en medio de una investigación de los hechos ocurridos el miércoles, que no les ha ofrecido claridad de lo acontecido.

Ni siquiera saben cuándo les será entregado el cuerpo de Carlos Alberto, el tercer hijo de esta familia, para despedirlo con la debida ceremonia póstuma. La angustia arropa a la madre, según confirmó su hermana Bernardina.

“El Army es un proceso lento. Eso me dijo ella (María de los Ángeles). Papeles, protocolos… pero todavía (no saben) nada. Ellos están que no quieren hablar del caso, porque todavía esto está crudo, no quieren hablar”, explicó Bernardina, a quien su hijo Emmanuel (también militar y compañero de cuarto de Eduardo) la llamó para ponerla al día del ambiente familiar en Miami. “Todos están devastados”, acotó.

Militar de carrera

Carlos Alberto se crió en la urbanización Villa Alegría, donde estuvo hasta sus 18 años, cuando se fue para la milicia. Con el Ejército viajó a diferentes países. Sirvió en los conflictos en el Golfo Pérsico, Afganistán, Irak y otros que no pudo precisar su tía Teresa. En Fort Hood tenía funciones como guardia de seguridad, según confirmó su primo Jorge Carlos. Nunca se casó ni se le conocen hijos.