Río Grande. Julio Enrique López Castro vivió 20 años de servicio al Señor en la Iglesia Bautista de Palmer. Fue maestro bíblico y coordinador de la juventud. También amaba los deportes y estudió periodismo deportivo.

No obstante, hace varios meses reunió a sus padres, Julio López Benítez y Judith Castro, y les dijo que se convertiría en agente de la Agencia federal Antidrogas (DEA). Pero ese sueño se esfumó el sábado cuando varios maleantes entraron a la tienda de celulares Boost Mobile, donde laboraba, en la calle Pimentel de Río Grande poco antes del mediodía.

Allí anunciaron un asalto y lo mataron a golpes con un extintor. Luego, lo amarraron con cables de teléfono y lo dejaron amordazado en el lugar.

Pero, ayer, el tema de la trágica muerte no era el que imperaba en el hogar de la familia de López Castro.

Por el contrario, familiares y amigos celebraban la vida de Julio Enrique y lo recordaban como un joven que dedicó sus 20 años, de manera intensa, a servir a Dios, al prójimo y a su pueblo.

“Yo le he dicho a las personas que no recordemos este trágico suceso, sino que recordemos la vida de mi hijo, que fue excepcional, un joven dedicado a su familia, a los estudios, un atleta. En sus 20 años, mi hijo fue un ejemplo de honestidad”, dijo el padre de la víctima en su residencia, a donde llegaron decenas de personas a dar el pésame.

Con una serenidad que solo una profunda fe en Dios puede dar en momentos tan difíciles, López Benítez destacó que su hijo fue un voleibolista sensacional en la escuela Saint Francis, en Carolina.

“Él pensaba como un hombre. En momentos de crisis financiera, nos ayudaba, a nosotros, su familia”, recordó.

El amor por los deportes lo llevó a iniciar su carrera universitaria en periodismo deportivo en la Universidad de Puerto Rico (UPR). Pero, le preocupaba muchísimo el daño que ocasionaban las drogas en los jóvenes.

“Un día, él nos reunió, puso la foto de la Agencia federal Antidrogas (DEA) en su computadora y nos dijo: ‘Siendo agente de la DEA es que vamos a sacar la droga de la calle’”, narró su padre.

Incluso, el sábado, una agente de la DEA que ya había entrevistado a José Enrique llegó hasta la residencia familiar a dar el pésame por lo sucedido. Además de trabajar, ser líder religioso y estudiar, Julio Enrique visitaba a niños con cáncer como parte del ministerio Un Rayito de Luz En Tu Habitación.

Perdón

El padre de Julio Enrique aseguró que en su corazón no hay espacio para el rencor contra los sujetos que le causaron la muerte a su hijo.

Ayer las autoridades tenían detenida a una persona a quien se le radicarían cargos, mientras que buscaban a otra a quien se le someterían cargos en ausencia.

“Al que falta por ser atrapado, que se entregue y que cumpla por los hechos que cometió. Él tiene el poder de cambiar el derrotero de su vida, que busque de Dios, que es el único jabón que puede lavar la sangre que le empaña. De nuestra parte, está perdonado”, expresó el hombre.

Sembró la semilla de la esperanza

En la Iglesia Bautista de Palmer, el servicio de la mañana de ayer fue matizado por oraciones en memoria de Julio Enrique.

Durante la ceremonia, el reverendo Roberto Dieppa recordó al joven como uno que “se entregó en cuerpo y alma a la iglesia”.

Las lágrimas entre algunos de los feligreses, particularmente aquellos que participaban de las actividades juveniles, fueron visibles.

“Él era bien bueno, siempre estaba de buenas, era sonriente y humilde. Estoy triste con la noticia porque él me llevaba por los caminos del Señor”, dijo Jan Medina, de 11 años, alumno del curso bíblico de Julio Enrique.

“Ver a Julio Enrique era ver a Dios. Por su calidad humana y por ver en él la presencia del Espíritu Santo”, indicó, por su parte, el pastor José Calo Castro.

El religioso rememoró que Julio Enrique fue misionero en un centro de la Iglesia Bautista en República Dominicana.

“ A él le preocupaba mucho la juventud y hacía todo por ayudarles. Le preocupaban mucho las drogas y los hogares disfuncionales”, agregó.

Al finalizar el servicio, los jóvenes Fidel Medina y Michelle Díaz alabaron a su fenecido amigo.

“Fue un cristiano consagrado a la obra del Señor, un joven sin vicios, buen hijo, buen ser humano, buen amigo. Le doy gracias a Dios por haberme permitido conocerlo. Era bromista”, dijo Medina.

“Era intachable, detallista, constantemente brindando amor”, aseguró Díaz.

A mediados de la semana, la comunidad bautista celebrará un culto nocturno para recordar el legado y la obra del joven asesinado.